JESÚS ENTRA
Todos
los años la Semana Santa comienza con el domingo de Ramos
Así
conocemos a ese primer día de una semana por demás especial porque plena de
gestos de cercanía y amor.
Hoy,
con todo lo del coronavirus, esta celebración es una insólita realidad.
Nuestro
templo vacío celebraba este domingo que suele ser uno de los de mayor
concurrencia de fieles.
No
había fieles portando los ramos que se habrían de bendecir. No había fieles
interesados en comenzar su semana con una celebración particular.
Es
una semana donde, con más fuerza que nunca, Jesús entra directamente al corazón
de cada uno.
No
hay nada que puede distraernos en ese ingreso que Él realiza.
No
nos distrae el que puede haber mucha gente y alguno nos impide verle pasar.
No
nos distrae el bullicio de los niños que corretean y gritan alborotados con
tanta algarabía.
Jesús
ingresa y solamente está cada uno de nosotros para recibirle.
Cada
uno con la intriga propia de quien recibe a alguien que viene dispuesto a
modificar nuestros esquemas.
Cada
uno con la inquietud de no saber en qué medida somos capaces de responder a lo
que espera de nosotros.
Jesús
ingresa y no tenemos un ramo que nos puede distraer.
Solamente
está nuestro corazón y la disponibilidad para aceptarle y prolongarlo.
Aquel
pueblo, sus contemporáneos, que lo recibió en una oportunidad como la de hoy ha
de ser el mismo que, influenciado por algunos, va a solicitar su muerte.
Van
a ser los que, pocos días después, dejarán de lado toda su admiración por Él
para aferrarse a lo establecido y conocido.
Hoy
lo reciben y lo aclaman. Mañana lo rechazan y condenan.
Es
esa misma historia que continuará repitiéndose a lo largo del tiempo y que hoy
debe motivar nuestro cuestionamiento.
¿Por
qué y para qué lo recibo?
Esto
implica una pregunta anterior ¿Quién es Jesús para mí?
Si
recibo al de los portentos o de los milagros es evidente que puedo sentirme
defraudado ante la primera vez que experimente que no está para hacerme los
gustos.
Si
recibo al que me ofrece seguridades y respuestas en muy poco tiempo
experimentaré me defrauda porque continuaré experimentando dudas y preguntas
que me impulsarán a buscarle mucho más.
Si
recibo al que me muestra la posibilidad de un estilo de vida coherente y plena,
puedo rechazarlo porque ese camino es exigente y comprometido.
Si
recibo al que me enseña el modo de amar para ser plenamente feliz puedo dejarlo
librado a su propia suerte porque tal cosa es agotador y desgastante.
Puedo
siempre renegar de Él.
Pero
si lo recibo buscando las dos últimas posibilidades mencionadas. Por más que
sepa que puedo rechazarle no lo habré de hacer puesto que mi vida adquiere
pleno sentido el ello.
Si
lo recibo buscando plenitud y coherencia hoy es un día de gozo porque Él se
llega hasta mí y estoy dispuesto a dejarle actuar.
Dejarle
actuar para hacernos actuar con desinterés, para que busquemos la dignidad de
los demás, para ayudar a despertar sonrisas.
Cuando
entendemos que nuestra realización está en darnos completamente y sin guardarnos
nada, hoy es un día de pleno disfrute.
Jesús
entra hoy y, gracias al coronavirus, nada dispersa nuestra atención.
¿Estamos
dispuestos a dejarle entrar?
Padre
Martin Ponce de León SDB