UN MENSAJE DE ESPERANZA

 

 Estábamos acostumbrados a ver al Papa leyendo el mensaje de Pascua ante una Plaza de San Pedro llena de peregrinos hasta la Via della Conciliazione. En esta ocasión, antes de impartir su bendición a la Urbe y al Orbe, ha leído su mensaje  desde el interior de la Basílica Vaticana, impresionantemente vacía.

El papa Francisco es consciente de que el anuncio de la resurrección de Cristo llega al mundo en un momento difícil. Junto a los desafíos habituales, nos enfrentamos ahora al drama de la pandemia del coronavirus, que somete a nuestra gran familia humana a una dura prueba.  Frente a ese contagio, tan temido, hay que anunciar y propiciar el contagio de la esperanza.

Es verdad que no se trata de conseguir y difundir una fórmula mágica que pudiera hacer desaparecer los problemas. La resurrección de Cristo es la victoria del amor sobre la raíz del mal, transformando el mal en bien. Las llagas de Cristo se convierten en lumbreras de esperanza. Para todos.  

Para los afectados por el coronavirus, para los que han fallecido y para las familias que los han perdido, para los ancianos y las personas que están solas. Para quienes trabajan en los centros de salud o viven en los cuarteles y en las cárceles. Para   quienes trabajan para garantizar los servicios esenciales y para las fuerzas del orden y  los militares. A todos  quería recordar y agradecer el Papa.  

Bien sabe él que este largo confinamiento ha sido y es una ocasión para reflexionar y para  disfrutar de la compañía de la familia. Pero también está siendo un motivo de preocupación por “el futuro que se presenta incierto, por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo”. Por eso el Papa nos dirige cuatro avisos: 

• Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia.  

• Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas. Un aviso que debería pensar la Unión Europea.

• Este no es tiempo de la división, porque  nos invita a aceptar el llamamiento por un alto el fuego global que nos lleve a  poner fin a los conflictos.

• Este no es tiempo para olvidar la situación de  Siria, Yemen, Irak y el Líbano, o los problemas de Ucrania, de Mozambique, de Libia de la frontera entre Grecia y Turquía y  de Venezuela.

Para concluir, el Papa ha afirmado que “las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido… Esas palabras prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso”. 

José-Román Flecha Andrés