La palabra a los especialistas
P. Fernando Pascual
28-3-2020
Un especialista ha afirmado
que esta gripe será muy grave. Otro especialista dice todo lo contrario. Un
tercer especialista confirma, muy seguro de sí mismo, que las investigaciones
pronto alcanzarán una vacuna.
Cuando la prensa, la radio, la
televisión, y millones de páginas de Internet citan a especialistas, lo hacen
por un motivo tan viejo como el hombre: porque suponemos que hay personas que
tienen un buen conocimiento sobre ciertos temas.
Esa suposición está
íntimamente unida a otra: entre los seres humanos unos saben más y otros saben
menos. O, lo que es lo mismo, si quieres conocer mejor algo acude a quien tenga
ciertas garantías de ser un buen conocedor sobre el asunto.
Los problemas surgen cuando
hay especialistas que afirman una cosa y otros la opuesta. O cuando un
especialista en un tema habla sobre otro tema que no es de su competencia. O
cuando alguien es identificado como especialista cuando, en realidad, no merece
tal nombre (al menos respecto del argumento sobre el que es interpelado).
Estos problemas, y otros que
podrían añadirse, no quitan la importancia que tiene el recurso a los
especialistas. Por eso se les da la palabra. Reciben entrevistas. Publican
libros y artículos catalogados como serios o científicos.
En el fondo, y a pesar de
teorías que defienden el relativismo, los seres humanos tenemos un deseo insuprimible por conocer la verdad, unido al
reconocimiento, obvio, de que no todos están cerca de la misma.
Ese reconocimiento, sobre el
que tantas veces hablaban Platón y Aristóteles, llevó en el pasado a un aprecio
notable hacia las “autoridades” (un término que tiene ciertas relaciones con “especialistas”).
Autoridades, especialistas,
sabios, hombres y mujeres dedicados a la investigación, ocupan un lugar
importante y tienen responsabilidades más o menos importantes a la hora de
ayudar a otros a identificar remedios, a resolver problemas, a afrontar crisis,
y a satisfacer esa curiosidad que caracteriza a la especie humana sobre una
infinidad de argumentos.
Desearíamos encontrar
especialistas de verdad en los diversos foros y escritos: hombres y mujeres que
unan la competencia a la honradez, la claridad con la precisión, la apertura a
otros especialistas y el deseo continuo de mejorar sus conocimientos.
Porque un buen especialista
también se caracteriza por la humildad que es propia de quien sabe distinguir
entre lo que sabe y lo que no sabe, lo que es seguro y lo que todavía necesita
mayores estudios, lo que es una etapa provisional en el camino de la ciencia y
lo que puede ser considerado más o menos definitivo.
La palabra a los
especialistas: los necesitamos. A esos especialistas, los de verdad, queremos
escuchar ante tantos interrogantes y problemas (economía, medicina, técnica,
ecología, y muchos otros ámbitos del saber) que necesitan ser iluminados con la
voz y las letras de quienes más han avanzado en el camino humano que nos acerca
hacia la verdad.