Celebrar misa

Padre Pedrojosé ynaraja diaz 

 

El catecismo que yo estudié, decía: santificar las fiestas. En otro lugar especificaba: oír misa todos los domingos y fiestas de guardar. Respecto a lo de oír, no estaba equivocado. En aquel tiempo se iba  misa, el celebrante pronunciaba los textos en lengua latina  y dicho el “Ite, misa est”, marchábamos. Todos no, algunos se quedaban. Volvía llevando el roquete y la estola, abría el sagrario y daba la comunión a los que esperaban. Una cosa era la misa, otra la comunión. Recuerdo que uno de mis propósitos el día de la primera comunión fue ir a comulgar cada quince días. A misa, por descontado, siempre.

Han cambiado mucho los tiempos y mejorado la liturgia. El que haya perfeccionado el rito no supone de por sí que la práctica se haya superado.

Ahora no se oye misa, uno lee expresiones como se hace misa, se sigue la misa, se escucha la misa… añadiendo a veces, en memoria de un difunto que murió tal día.

Esta triste temporada de pandemia, encerrados como nos toca estar, las misas se trasmiten por los medios virtuales y se observan en el móvil, celular también se le llama, el PC o la TV.

¿Qué juicio me merecen tales formas? Bueno, evidentemente. ¿Es su mejor proceder? No me atrevería a asegurarlo.

Me gusta iniciar los ritos previos con la indicación del misal “el Señor Jesús que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora…”  dos ámbitos, dos mesas. Las dos tales son esenciales para que a un espacio se le llame iglesia.

Para poder disponer de un lugar con la mesa eucarística y tal vez el sagrario y en consecuencia celebrar misa, es preciso permiso eclesiástico y la correspondiente bendición. Ahora bien, no me consta que para que en un lugar se disponga de un espacio exclusivo destinado a la colocación solemne de la Biblia, con su debido adorno reverente, sea preciso licencia alguna, ni oficiante ordenado para proclamar la Palabra y en consecuencia sea presencia de Dios y, para quien lo desee, comunión real de Jesús Palabra, alimento del alma.   

 

Padre pedrojosé  ynaraja  díaz