Sensibilizar
P. Fernando Pascual
26-4-2020
Uno de los grandes defectos
humanos consiste en la insensibilidad hacia los problemas y sufrimientos de
otros. Por eso es tan importante sensibilizar, “esponjar” los corazones, para
captar lo que afecta a los demás.
Hay insensibilidad cuando
estamos muy metidos en nuestros asuntos y problemas, o cuando dejamos crecer el
egoísmo, o cuando falta confianza en nuestras posibilidades de bien, o cuando
no percibimos cómo otros nos aman.
En cambio, empezamos a
sensibilizar nuestras almas cuando acogemos el amor que rodea la propia vida:
un amor que viene de Dios y que también percibimos en tantos familiares, amigos
y conocidos.
Por eso, frente a un mundo
lleno de indiferencias, de falta de solidaridad, de prisas que impiden percibir
lo que les ocurre a otros, necesitamos abrir los ojos para captar todo aquello
que pueda ser necesario para el bien de los demás.
Hoy será un gesto sencillo
para no molestar: es un paso fácil, pero importante, pues miles de problemas se
hacen más pesados ante el martilleo de portazos evitables y de suciedades que
inquietan a los más cercanos.
Mañana será un gesto más
positivo: preparar la comida, limpiar la vajilla, dejar la mejor silla al otro,
regalar ese libro que sabemos va a gustarle.
Incluso habrá ocasiones para
gestos heroicos: arriesgar la propia salud al visitar a un enfermo en el
hospital, perder parte de los ahorros para ayudar a los pobres de la mejor
manera posible.
Dicen que uno de los peores
síndromes de nuestro tiempo es el síndrome de la indiferencia adquirida. Frente
al mismo, dejar que nuestro interior quede tocado por el Amor de Dios y por el
de tantas personas buenas nos vacunará contra la insensibilidad y nos encenderá
con esa sana sensibilidad que percibe aquellos actos buenos que podemos
emprender para ayudar a nuestros semejantes.