MARÍA: FLOR DE LAS FLORES
Padre Arnaldo Bazan
El mes de mayo ha sido dedicado, desde hace
mucho tiempo, a la Virgen. Esto tiene su explicación, pues en ese mes, en el
hemisferio norte, se está en plena primavera, con flores brotando por todas
partes.
La Iglesia ha considerado a la Santísima Virgen
la Flor de las flores en el jardín de Dios, ya que quiso el Altísimo depositar
en ella los mejores dones del Espíritu, haciéndola "favorecida" entre
todas las mujeres.
El ofrecer flores a María es como un homenaje
que hacemos al propio Creador, que se dignó regalarnos en la Virgen la Madre
espiritual que tanto necesitamos.
EL ROSTRO
FEMENINO DE DIOS
Sabemos que Dios no tiene sexo, que no es hombre
ni mujer. Sin embargo, en la mente colectiva de los humanos la figura de Dios
es concebida como la de un varón. Así nos lo muestran casi todas las
representaciones pictóricas que se han hecho.
Con la incorporación de María al plan de
salvación, Dios ha querido superar, de alguna manera, esta situación, haciendo
que podamos ver en la Madre de Jesús la proyección amorosa de un Padre que nos
ama, al mismo tiempo, con un amor paternal y maternal.
Esto es como salir al encuentro de las
necesidades afectivas y sicológicas del ser humano, porque todos necesitamos de
la presencia de una madre, y en nuestras relaciones con Dios la figura de María
ocupa ese papel significativo que Dios ha querido otorgarle.
A JESÚS
CON MARÍA
En nuestra devoción a María no hay por qué andar
confundidos. Los sectarios nos acusan de ser idólatras, o de colocar a la
Virgen en un lugar que no le corresponde. Esto, tenemos que estar muy
conscientes de ello, es falso.
Los católicos hacemos una clara profesión de fe.
En primera persona decimos cada domingo: "Creo en un solo Dios".
Excluimos, por tanto, que puedan existir otros dioses.
Nunca hemos comparado a la Madre de Jesús con el
Creador ni le hemos rendido jamás un culto equivocado. María es sólo un
instrumento de salvación, al que acudimos como medio para acercarnos más a su
Divino Hijo, ya que es fácil acercarse a una madre, pues humana como nosotros,
ha sufrido nuestros dolores y transmite nuestras penas al que puede
resolverlas.
No se quiere decir con esto que tengamos que ir
necesariamente a Jesús por María. Prefiero decir más bien que vamos a Jesús con
María.
¿Podríamos desconocer acaso el papel que ella
representó en la vida de su HIjo?
Ella, como alguien la llamó, es una
"potencia suplicante". Acercarnos a la Virgen tiene que ser, siempre,
un acercamiento a Jesús y a Dios, si lo hacemos con un sentido plenamente
católico. No tenemos la culpa de que algunos confundan las cosas, y conviertan
la devoción a María en una superstición o una forma de sustituir prácticas
paganas.
La Iglesia jamás ha enseñado a sus miembros que
María tenga poder alguno, como no sea el de interceder. Si acudimos a Ella es
porque sabemos que, dentro de la Comunión de los Santos, no hay como la Madre
de Jesús para suplicar en favor de todos los seguidores de su Hijo.
No nos avergoncemos,
como católicos, de nuestro cariño a María. Por el contrario, hemos de
enorgullecernos de ser los que hemos recogido el legado que nos diera el propio
Dios, y del que otros cristianos han hecho, lamentablemente, caso omiso.
Nada le quitamos a Dios cuando alabamos a María.
¿Acaso no dijo ella que "me felicitarán todas las generaciones porque el
Poderoso ha hecho tanto en mí?" (Lucas 1,48-49).
Arnaldo Bazán