Las Bienaventuranzas (VII)
¿Tengo buena vista?
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
El
Cardenal Wiseman fue primer arzobispo católico de Westminster al restablecerse
la jerarquía católica en Inglaterra en el siglo XIX. Tenía un amigo muy apegado
al dinero y alejado de Dios. Aunque el Cardenal intentaba aclararle cuestiones
sobre Dios y la moral, su amigo no lograba entenderlas. Entonces el sacerdote
tomó un papel y escribió una palabra en él, pero no se la enseñó, sino la tapó
con una moneda grande. Luego le preguntó: “¿Qué ves aquí?” Su amigo respondió:
“Una moneda”. Volvió a preguntar: “¿No ves nada más?” Su amigo respondió: “No,
solo el dinero”. Entonces Wiseman quitó la moneda, pudiéndose ver la palabra y
preguntó: “Y ahora, ¿qué lees?”. Su amigo respondió: “Veo la palabra DIOS”. Y
concluyó Wiseman: “Ahora, ¿ya sabes que te impide ver a Dios?”
Si
queremos ver a Dios, se requiere tener la pureza del corazón. Esto propone la
sexta bienaventuranza en la que ahora reflexionó el Papa Francisco:
“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).
Para
ver a Dios, dice el Papa, no hay que cambiar de gafas o de punto de mira, lo que
hay que hacer es… ¡liberar el corazón de sus engaños!
2) Para pensar
Un
alumno era desobligado, tenía arranques de ira, trataba mal a sus compañeros y no
sabía controlarse en la bebida y en otras cosas. Un día su maestro lo vio disculpándose
después de una explosión de ira. Lo llamó y le entregó una fina hoja limpia de
papel lisa y le dijo que ahí escribiera su nombre. Luego le indicó: “Ahora, ¡estrújalo!”
Asombrado el alumno obedeció e hizo con él una bolita.
Entonces
volvió a decirle: “Ahora déjalo como estaba antes”. Por supuesto que no pudo
dejarlo como estaba, por más que trató el papel quedó lleno de pliegues y
arrugas. El profesor concluyó: “Tú eres como ese papel. Cuando haces una acción
mala, aunque nadie te vea, es como si arrugaras tu alma que era bella. Y si
continúas con tus acciones, más estropeada quedará y no se podrá reconocer
quien eres.
3) Para vivir
“Ver
a Dios” significa ver las cosas con fe: comprender los designios de la
Providencia en lo que nos sucede, reconocer su presencia en los sacramentos y
en los hermanos, especialmente en los que sufren. Las cosas espirituales son
invisibles, solo se pueden apreciar con el corazón. Y es que el corazón es el
lugar más íntimo del ser humano Por eso, el puro de corazón vive en la
presencia del Señor, conserva su corazón dirigido a Dios.
En
cambio, si el corazón se ensucia con el pecado, queda imposibilitado para “ver”
a Dios. El pecado tiene la grave consecuencia de estropear nuestra visión.
Pero, un corazón dañado, ¿podrá volver a ver bien? El Papa Francisco responde
que sí: es el Espíritu Santo quien guía al corazón pecador a la plenitud de la
luz y así, llegar a “ver” a Dios.
La
Pascua del Señor nos recuerda que Cristo murió para devolvernos la “vista”,
para recuperar la limpieza de nuestros corazones. Eso es una conversión, ponernos
en el camino que nos lleva al Cielo. El Papa Francisco nos invita a no tener
miedo, a abrirle las puertas de nuestro corazón al Espíritu Santo para que nos
convierta, nos purifique y nos haga avanzar por este camino hacia la paz
verdadera, la alegría y la felicidad plena. (articulosdog@gmail.com)