La relación personal con Dios
P. Fernando Pascual
16-5-2020
Relacionarse con Dios es,
siempre, algo personal. Nadie puede obligar, ni sustituir, ni suplantar a otros
en ese encuentro de cada hijo con su Padre.
Ciertamente, podemos aconsejar
a alguien que lea la Biblia, que participe en los sacramentos, que dedique
algún tiempo al día para la oración mental o al rosario.
Pero luego es cada uno quien,
con un mejor acompañamiento o de modos sorprendentemente originales, aprende a
tratar de tú a Tú con quien nos ama desde toda la eternidad.
En la vida del espíritu, por
lo tanto, ayuda mucho respetar a los otros en su camino personal, sin
presiones, sin injerencias que pueden ser dañinas.
Es verdad que, en ocasiones, a
causa del cariño que tenemos hacia alguna persona, quisiéramos darle un “empujoncito”
para que logre una mejor vida espiritual.
Sin embargo, en un ámbito tan
personal, nadie puede obligar a otros a creer, ni a confiar, ni a amar a Dios y
al prójimo.
Nos quedamos, entonces, a las
puertas del corazón de un familiar, un amigo, un conocido. Respetamos su
libertad: solo desde la libertad cada uno se coloca ante el Dios que no nos
quiere esclavos, sino hijos.
La relación con Dios es, por
lo tanto, algo muy personal, íntimo, que se construye cada día. Porque también
Dios es libre y lleva a cada uno por caminos insospechados.
Cuando esa relación es algo
real, entonces la vida en las familias y los grupos resulta mucho más hermosa,
porque cada uno de los miembros de una asociación estamos abiertos a la
verdadera libertad del amor.
“Si quieres...” “Ya no os
llamo siervos... sois mis amigos...” “El que quiera seguirme...” Cristo invita
en libertad, sin amenazas, sin presiones.
Cuando encuentra un corazón
abierto al amor empieza una aventura muy personal entre la pequeña libertad de
un hijo y la gran libertad enamorada de nuestro Padre Dios...