Ayuda en momentos difíciles
P. Fernando Pascual
23-5-2020
Cuando estalla una crisis,
cuando empieza una guerra, cuando se difunde una epidemia, las reacciones son
muchas, las alarmas se disparan, el miedo angustia, y se desean manos amigas y
ayudas verdaderas.
Cuando hay un problema en la
familia, cuando en el trabajo las cosas salen mal, cuando no llega el dinero
para final de mes, el corazón agradece cualquier ayuda, cercanía, afecto.
Encontrar ayuda en los
momentos difíciles, grandes o pequeños, alivia, fortalece, da ánimos. Somos
seres sociales: nos gusta contar a nuestro lado con quienes, de verdad, salen
de sí mismos y piensan en los demás.
Si agradecemos infinitamente
esa ayuda de un policía desconocido, de un médico desinteresado, de un conocido
que llama para preguntar por nuestra situación, también nosotros podemos
convertirnos en ayuda para otros.
Basta con abrir los ojos y
descubriremos tantas necesidades. Es bueno empezar con los de cerca,
familiares, amigos, conocidos, que quizá están pasando por un mal momento y
necesitan alguien a su lado.
También podemos ir más lejos,
a personas de la misma ciudad, o de la región, o del país. O a personas de
tierras más lejanas, a las que podemos enviar pequeñas o grandes ayudas para
aliviar sus sufrimientos.
El mundo empieza a ser
diferente si más y más personas logran descentrarse, olvidarse de sí mismas,
para entregarse a otros en los momentos difíciles que tarde o temprano llegan a
todos.
Es entonces cuando hacemos
realidad la invitación de Jesús a cuidar al enfermo, a dar de comer al
hambriento, a vestir al desnudo, a visitar al encarcelado (cf. Mt
25,31-46).
No todos llegan a tener el
alma disponible, ni perciben necesidades ajenas, si saben dejar a un lado sus
proyectos personales cuando surge una emergencia, porque viven demasiado
encerrados en sus asuntos.
Pero si más y más personas,
desde la confianza en Dios y el amor auténtico hacia los necesitados, empiezan
a ofrecer ayuda, el mundo mejorará, las penas se suavizarán, y lograremos vivir
aquí en la tierra un poco como se vive en el cielo: con amor.