Festividad del Corpus Christi
Ángel
Gutiérrez Sanz
Es de noche. En una habitación espaciosa con las puertas
bien cerradas está reunido el Maestro
con sus discípulos para celebrar la Pascua, arde en ansias de darles a conocer
el secreto supremo de su amor. Había llegado la hora trascendental. Jesús
tomando el pan entre sus manos lo bendijo, lo partió y se lo fue dando a sus
discípulos diciendo: “tomad y comed este
es mi cuerpo que es dado por vosotros”. Entre la admiración y el miedo los
discípulos comieron del pan y lo mismo sucedió momentos después con la copa de
vino: “tomad y bebed, les dijo de este cáliz pues ésta es mi sangre del Nuevo Testamento que será derramada por
muchos en remisión de los pecados.
Con estas palabras quedaba
inaugurada la nueva humanidad. La presencia real de Cristo estará ya para siempre entre nosotros aunque no le
toquemos, aunque no le veamos, aunque no sintamos sus pasos, ni los latidos de
su corazón. Los discípulos que en
principio no penetraron lo que el
misterio eucarístico entrañaba, fueron tomando conciencia poco a poco. Las
primeras eucaristías se celebrarían en el Cenáculo y luego se
irían extendiendo por todos los cenáculos del mundo, hasta que el misterio
eucarístico pasó a ser el centro
neurálgico de la vida cristiana.
La festividad del “Corpus” por el
contrario tardaría en llegar varios siglos. Su origen se remonta a la Edad Media. Juliana de Cornillón
es la que por inspiración divina promueve la idea de celebrar una fiesta en honor al Cuerpo y la Sangre de
Cristo presente en la Eucaristía, idea que fue bien acogida por Roberto obispo de Lieja (Bélgica)
que fue la primera diócesis en celebrar esta festividad el año 1246 .
Pasado un tiempo hacia el 1263 sucede en Bolsena un
caso prodigioso, estando celebrando misa
en esta localidad un sacerdote que tenía sus dudas sobre la presencia
real de Jesús en la eucaristía, en el momento de fraccionar la sagrada forma
constató que de ella salía sangre que iba empapando los corporales y la piedra
del altar, reliquias que aún se conservan y son veneradas en la ciudad de Orvieto. El hecho como es natural causó un enorme impacto y
fue el motivo por el que el papa Urbano
IV tomó cartas en el asunto e
hizo extensiva la fiesta del Corpus Christi a toda la
Iglesia por medio de la bula "Transiturus"
encomendando la liturgia
de las horas- a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino. Su sucesor el Papa Clemente V dio un gran
impulso a esta festividad a través del
concilio general de Viena (1311) que acabó extendiéndose a la Iglesia
universal.
Posteriormente a partir del siglo XIV vendrían las populares
procesiones del Corpus propiciadas por los Papas Martín V y Eugenio IV. Por
fin el Concilio de Trento reconoce y
ratifica esta costumbre popular con
estas palabras: «la costumbre de celebrar
con singular veneración y solemnidad todos los años, en cierto día señalado y
festivo, este sublime y venerable sacramento, la de ser conducido en
procesiones honorífica y reverentemente por las calles y lugares públicos, se
introdujo en la Iglesia de Dios con mucha piedad y religión»
Esta festividad llegó a alcanzar un esplendor
inusitado en toda la geografía del mudo
católico, igual en las ciudades que en los pueblos pequeños, donde triunfalmente
las artísticas custodias se deslizaban
sobre alfombras primorosas tejidas amorosamente con flores y con hierbas
aromáticas, los balcones y fachadas engalanadas con los mejores tapices,
cortinajes y colgaduras primorosamente
bordadas a lo largo todo el recorrido
por donde iba a pasar Jesucristo Sacramentado.
Se levantaban altares aderezados con vascos, floreros y jarrones con
flores frescas de primavera y sobre todo con
devoción, con mucha devoción para
dar acogida por un momento al Rey de reyes. Todo el mundo ha oído alguna vez esa coplilla que dice: «Hay tres jueves en
el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y Ascensión».
En algunas partes como Toledo, Granada y en algunos sitios más, esta sagrada
tradición se conserva en todo su
esplendor; pero desgraciadamente en otros lugares ha ido
perdiendo solemnidad. La festividad del “Corpus Chrtisti”,
el “Día del Señor”.
Puede que los piadosas
costumbres se vayan perdiendo; pero como perenne recordatorio de esta entrañable
Festividad nos quedarán los sublimes
himnos que Sto Tomás compusiera para esta
celebración, con que los devotos
fieles siguen honrando a Jesús Sacramentado.
“El tantum ergo” “ Adorote debote”, “ “Verbum Supernum prodiens”
“ Pange Lingua”. Himnos todos ellos de acendrada espiritualidad,
donde se alaba y glorifica lo que es alimento celestial para las almas , pan de los ángeles para saciar los anhelos
espirituales de los fieles
“Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que
de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura”.