MATRIMONIOS CIVILES
Padre Pedrojosé
Ynaraja Díaz
Vaya por
delante que en mis 64 años de sacerdocio he presidido celebraciones
matrimoniales, pero nunca he asistido a los banquetes que generalmente
acompañan. Desde hace 30 años ya ni siquiera he presido litúrgicamente tales
ceremonias. ¿para qué, pues, asistir?. Lo decía el
Papa Francisco dirigiéndose a fieles de la diócesis de Roma “ya sabemos que la
mayoría de matrimonio canónicos son nulos”. Posteriormente a esta reflexión
suya, dirigida a los fieles de su diócesis, se ha reformado la legislación al respecto.
No es momento de hablar de ello.
Ahora bien,
hay que reconocer que hace años a un matrimonio civil le faltaba encanto
humano. Aunque en el eclesiástico se prohibieran erróneamente sacar fotos, que
serían buen testimonio de la celebración de Iglesia, sin duda alguna, el ámbito
de una iglesia, las luces, alfombras, flores y música, contrastaban con la
sobriedad de un despacho judicial. Al primero que asistí, por imposibilidad de
espacio, solo cabíamos 11 personas en el despacho judicial. Ni instrumento
musical, ni ningún adorno, ensalzaron el acto. Posteriormente se prepararon
salones para tales matrimonios, según me dicen. Suena la música coral o
instrumental, se lee solemnemente libros oficiales y ceremoniosamente se firman
actas. En resumen, la gala puede resultar tan festiva como la eclesiástica.
Omito
referirme a ciertas prácticas en este terreno, en favor del regocijo, aunque no
sean legítimas, que las hay.
Las
estadísticas van proclamando el aumento veloz de los matrimonios civiles y la
disminución de los canónicos. ¿obedece tal conducta a
la falta de Fe? Sin duda alguna ¿es exclusivamente esta la única razón? De
ninguna manera, pienso yo.
Ciertas
parejas huyen del civil, pues, les parece es pura comedia o dar adhesión al
régimen político correspondiente. El canónico tampoco es atractivo ya que el
conocimiento que de su riqueza espiritual se tiene es ínfimo, reduciéndose,
casi siempre, a las obligaciones que implica. Aquí reside, opino, un gran
error.