La Oración (VIII)
Convertir la música en oración
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Hay
una población en Italia de nombre muy breve, se llama “Lu”. A fines del siglo
XIX no había ningún sacerdote oriundo de ese pueblo, donde vivían cerca de 4000
habitantes. Un día se reunieron ocho mujeres piadosas y se dijeron “Con la
oración lo podemos todo: Vamos a pedir al Señor, todos los días, un sacerdote
hijo de nuestro pueblo”. Y comenzaron a rezar todos los días. Durante once años
rezaron sin ver fruto, pero seguían rezando Después de esos once años llegó la
primera vocación. Y siguieron rezando con mucha fe. Y en los siguientes
cincuenta años salieron de aquel pequeño pueblo quinientas vocaciones de
sacerdotes, religiosos y religiosas. La eficacia de la oración viene avalada
por la promesa de Jesús: “Pedid y se os dará” (Mt 7,7)
El
Papa Francisco, en su reflexión sobre la oración, quiso tomar como ejemplo al
rey David. Recordó que a Jesús se le nombra “hijo de David”, al ser su descendiente.
David era una persona sensible que amaba la música, la poesía y el canto, y las
volvía oración: en un himno de alegría, en un lamento o para confesar su
pecado. A él se le atribuyen varios salmos de la Biblia, que son oración a Dios.
2) Para pensar
En
un reportaje que atrajo mucha atención en Irlanda y Estados Unidos, se
transmitió la historia de Niall McDonag, un exfutbolista que recibió el llamado
al sacerdocio tras una lesión deportiva, y por otros eventos trágicos que
marcaron su vida.
Contaba
Niall: “Mi prioridad número uno en la vida en ese momento era el deporte y de
ahí solía obtener toda mi felicidad. En aquel tiempo era una persona muy
superficial que vivía atrapada en su apariencia. Recuerdo que después de que me
lesioné jugando al futbol, el cirujano me dijo: ‘Mira Niall, en el peor de los
casos, tendremos que amputarte la pierna’. Fue como un cuchillo para el corazón…
Eso me hizo volver a mirar hacia Dios en busca de misericordia”.
Además,
tenía poco meses de que su padre, su hermano y un primo habían fallecido. Su
hermano había dejado una Biblia y comenzó a leerla. Así comenzó a tener relación
con Dios. Se dijo: “No puedo cambiar mis circunstancias, pero me veo obligado a
cambiar yo mismo”. Dejó su trabajo en Dublín y se mudó a Nueva York para ingresar
al seminario. Ahí se ofreció como voluntario en la atención de indigentes y
drogadictos.
Pensemos
si sabemos aprovechar las circunstancias para fomentar nuestra relación con
Dios.
3) Para vivir
El
rey David no fue un hombre perfecto, sin embargo alcanzó la santidad. Su vida
tiene luces y sombras, pero su amor a Dios le llevó a no abandonar su oración y
rectificar cuando se desviaba. David santo, reza y David pecador, reza. Sea con
tonos de júbilo o de lamento. Comenta el Papa Francisco que también nosotros tenemos
trazos opuestos, pero, como el rey David, nuestras vidas han de tener un hilo
conductor que dé unidad a todo: la oración. David nos enseña a poner todo en el
diálogo con Dios: tanto la alegría como la culpa, el amor como el sufrimiento,
la amistad o una enfermedad.
David
es noble porque reza, pues la oración da nobleza. La nobleza de la oración nos
deja en las manos de Dios. Esas manos plagadas de amor: las únicas manos
seguras que tenemos. (articulosdog@gmail.com)