Cuando el Evangelio resulta
difícil
P. Fernando Pascual
27-6-2020
Hay personas que ven la
Iglesia católica y todo lo que se refiere a la doctrina de Cristo como algo
difícil de aceptar en un mundo que vive según otros principios.
El Evangelio ya resultó
difícil en su nacimiento. Los primeros discípulos encontraban algunas
afirmaciones del Maestro incomprensibles, incluso pensaban que eran
equivocadas.
Jesucristo, sin embargo, no
buscó acomodarse, no ofreció pactos que suavizasen su doctrina y la hicieran
más fácil de aceptar.
Su lenguaje y su vida fueron
contra corriente. Algunos judíos lo rechazaron con hostilidad. Otros fueron
indiferentes ante su mensaje. Entre los discípulos hubo quienes le abandonaron
(cf. Jn 6).
Si vemos la primera expansión
del Evangelio, las cosas no cambiaron mucho. Los cristianos fueron perseguidos
por grupos de judíos, fueron despreciados por algunos griegos, resultaron
extraños y peligrosos para los romanos.
Pero los cristianos no
quisieron rebajar nunca la fuerza y la pureza del mensaje, simplemente porque
creían que Cristo era Dios, y porque confesaban que había resucitado de entre
los muertos.
Han pasado siglos y siglos de
historia. Hubo momentos en los que algunas sociedades parecían cristianas en
sus costumbres y modos de vivir, aunque no faltaban tensiones y problemas que
mostraban que no todos vivían según el Evangelio.
En otros momentos, como una
especie de magma escondido, surgieron grupos que persiguieron con dureza a los
cristianos, hasta llegar a las matanzas, sobre todo durante el siglo XX, de
miles de sacerdotes, religiosos y laicos en Rusia, China, Alemania, España,
México, y en otros lugares del planeta.
Sin persecuciones violentas,
en países que se consideraban libres y democráticos, hubo una continua y sutil
marginación de todo lo cristiano, hasta el punto de que actualmente el insulto
a lo católico parece algo “normal” mientras cualquier ataque a otros grupos es
perseguido sistemáticamente.
Junto a esa marginación sutil,
hay otra mucho más profunda: la de miles de hombres y mujeres que ven lo
católico como algo superado gracias a la ciencia, a la técnica, a la educación,
y consideran a un auténtico creyente como un pobre fanático que ha perdido el
tren de la historia.
Hoy el Evangelio resulta
difícil en muchos ambientes y para muchas personas. Lo ven como intolerante,
supersticioso, anticuado, generador de fanatismos y de alienaciones, enemigo de
la auténtica realización humana.
A pesar de todo, el mensaje de
Cristo ahora, como hace dos mil años, sigue ahí, ofrecido para que lo acoja
quien lo desee. No se impone con la fuerza, no deslumbra con milagros
aparatosos, no arrastra con argumentos matemáticos imbatibles.
Una voz suena hoy en muchos
corazones, como fue oída por vez primera en Judea y en Galilea. Algunos reciben
al Maestro, le dejan entrar como perdón y como esperanza. Entonces sus vidas
cambian, porque han empezado a ser hijos del Padre y a vivir como salvados por
Jesús el Nazareno, Hijo de Dios e Hijo de María...