CADA DIA SU AFÁN

 

SAN JUNÍPERO SERRA

 

Me habían invitado a participar en un evento religioso en Salinas, California. Al día siguiente visité los campos de cultivos en los que trabajan tantos amigos hispanos. Y después, la misión de San Carlos Borromeo, en Carmel.

Tiempo atrás había visitado el convento franciscano de Palma de Mallorca, del que salió fray Junípero Serra, dejando atrás su doctorado en filosofía y teología, su trabajo y su familiares para anunciar el evangelio en el virreinato de Nueva España.

Como si no le bastara, emprendió el camino de California. Yo había seguido las misiones por él fundadas, desde aquella primera de San Diego, iniciada el 16 de julio de 1769. Allí murió el P. Luis Jayme, alcanzado por una flecha. Pero Fray Junípero  no se amedrentó.

La creación y el funcionamiento de las misiones es una empresa admirable. Es verdad que, a pesar de su debilidad y su cojera, fray Junípero tuvo que hacer un viaje a México para solicitar del virrey normas muy concretas para defender a los indígenas de algunos abusos por parte de los soldados y otros colonizadores.

Este humilde y valeroso misionero murió por tierras de Monterrey, al parecer por la mordedura de una serpiente. ¡Cómo no admirar una vida como esta! Así pues, era preciso llegar hasta la misión de San Carlos Borromeo, fundada por fray Junípero en 1770 y trasladada pronto a este lugar. 

Hay que admirar el espléndido cenotafio, inaugurado en 1924, que representa su cuerpo yacente, flanqueado por las estatuas de los padres Crespi, Lasuén y López. Pero los restos de fray Junípero descansan humildemente en la tierra desnuda, a los pies del retablo barroco en que destaca el Calvario.

El 12 de septiembre de 1987 hasta allí llegó Juan Pablo II, que al beatificarlo el 25 de septiembre de 1988, diría: “Contando con el poder divino del mensaje anunciado, San Junípero, el padre Serra, guio hacia Cristo a los pueblos autóctonos. Era muy consciente de las virtudes heroicas que ellos poseían y trataba de promover su auténtico progreso humano sobre la base de su nueva fe de personas creadas y redimidas por Dios. Además tuvo que amonestar a los poderosos para que no explotaran y oprimiesen a los pobres y a los débiles”.  

Al  canonizarlo el 23 de septiembre de 2015, el papa Francisco afirmó que  “Junípero buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado. Abusos que hoy nos siguen provocando desagrado, especialmente por el dolor que causan en la vida de tantos. Tuvo un lema que inspiró sus pasos y plasmó su vida: supo decir, pero sobre todo supo vivir diciendo: «siempre adelante». Esta fue la forma que Junípero encontró para vivir la alegría del Evangelio, para que no se le anestesiara el corazón”.

Por su acción y por su lema, es lamentable que hoy algunas fuerzas interesadas lo conviertan en un genocida.

José-Román Flecha Andrés