Ese Job que llevamos dentro
P. Fernando Pascual
18-7-2020
En ocasiones surge en nosotros
un pequeño Job que se enfrenta con Dios, que lo critica por tantos males del
mundo, que lo reta para que desvele Su brazo poderoso y triunfe sobre la
injusticia.
Es un Job que actúa como juez:
dice tener ideas magníficas para arreglar el mundo, mejores ciertamente que las
de un Dios que guarda silencio y parece impotente ante la corrupción de los
humanos.
Es un Job que protesta ante la
sequía, que se queja por el cambio climático, que se rebela por el avance de
una nueva epidemia, que condena a Dios como culpable de las guerras.
Es un Job que cree tener
mejores razones que las de Dios, que haría un universo perfecto, sin lágrimas,
sin enfermedades, sin terremotos, sin incendios, sin injusticias, sin abusos
contra los más indefensos, sin abortos, sin pecados.
Ese pequeño Job se planta ante
Dios y discute con Él, cara a cara, de igual a igual. Incluso a veces con un
cierto deje de superioridad: yo soy justo y Tú, el que dices ser Omnipotente,
no lo eres...
Sabemos cómo respondió Dios al
Job presentado en la Biblia. No sabemos cómo nos respondería hoy, hombres del
siglo XXI, que suponemos ser mucho más sabios que los sabios del pasado porque
nacimos después de Galileo, de Kant, de Einstein y de muchos premios Nobel.
Sin embargo, a pesar de que
nos autodeclaramos superiores a los “primitivos”, a
los “medievales”, a los “anticuados”, hoy estamos abrumados no solo por los
males que hay fuera de nosotros, sino también por males interiores: el egoísmo
tiene raíces muy arraigadas.
Por eso, nuestro Job interior,
empapelado con títulos universitarios, orgulloso de sus muchas lecturas,
autoproclamado maduro y librepensador, está herido por pecados que no puede
ocultar, aunque proteste luego contra los males que considera responsabilidad
de Dios.
En el Calvario encontramos la
respuesta de Dios al Job bíblico y al Job moderno: un silencio envuelto en
misericordia, un abandono completo en las manos del Padre, un deseo de atraer a
todos hacia su dulzura, su humildad, su amor.
El Job que llevamos dentro
guarda silencio al mirar a Jesús Crucificado. El Evangelio nos habla de su
victoria definitiva, de la Resurrección que destruye el pecado, la muerte, los
males del universo.
Mientras la historia sigue su
camino, nuestro Job interior observa, confundido, ese extraño silencio del Hijo
de Dios, que acepta ser entregado en manos de los pecadores en vez de enviar
ejércitos de ángeles para defenderse.
Nos cuesta entender ese
silencio. Nos cuesta aceptar que el grano de trigo caiga en tierra y muera. Un
día comprenderemos: el camino del triunfo, de la justicia, de la vida, pasa por
la tragedia incomprensible del Calvario...