COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO
CAPÍTULO TERCERO: 2

Padre Arnaldo Bazán

"Este es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: "Voz del que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas" (3,3).

En Isaías, 40,2-5 leemos: "Una voz clama: En el desierto abran camino a Yahveh, tracen en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado".

Podemos deducir fácilmente que el profeta hablaba en un lenguaje figurado. Lo que había que preparar, rebajar, transformar, mejorar, no eran los montes ni las colinas, sino los mismos seres humanos.

A Dios le tiene sin cuidado que los montes sean altos y que haya lugares escabrosos o difíciles de transitar. Eso quizás nos podía preocupar a nosotros si tenemos que pasar por un lugar peligroso. Lo que Dios quiere es que el ser humano se convierta, cambie su corazón y su conducta.

Esto es lo que claman, en nombre del Señor, casi todos los profetas, de una manera u otra. Veamos por ejemplo a Ezequiel:"Conviértanse y apártense de todos sus crímenes; no haya para ustedes más ocasión de culpa" (18,30).

Y también 33,11: "Diles:"Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva. Conviértanse, conviértanse de su mala conducta. ¿Por qué han de morir, casa de Israel?.

O Jeremías 5,3: "-¡Oh Yahveh!... Les heriste, mas no acusaron el golpe; acabaste con ellos, pero no quisieron aprender. Endurecieron sus caras más que peñascos, rehusaron convertirse. El pueblo de Israel, al igual que todos los pueblos, buscaba a Dios para que lo protegiese, le ayudase a resolver los problemas de cada día. Pero muchas veces fue amonestado porque su corazón estaba lejos del Señor.

Así le dirá por el profeta Isaías, 29,13: "Dice el Señor: Por cuanto ese pueblo se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí. Pero al mismo tiempo estará siempre presto para perdonar si están dispuestos a cambiar. Los rociaré con agua pura y quedarán purificados; de todas sus impurezas y de todas sus basuras los purificaré. Y les daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un espíritu nuevo, quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne (Ezequiel 36,25-26).

Es lo que el Señor nos está diciendo a nosotros hoy. Tenemos que cambiar si queremos entrar en su Reino. Esa tiene que ser la única meta de nuestra vida.

Arnaldo Bazán