FIESTA QUINCEAÑERA

Padre Pedrojosé  Ynaraja  Díaz

 

 

El ser humano siente una imperiosa inclinación a ser feliz. Tal vez diga que quiere realizarse,  divertirse o pasarlo bien, da lo mismo. Desea sentirse feliz, más que otra cosa. No podemos ignorar que nuestra decadente cultura occidental, generalmente, olvida lo que existe allende el horizonte de su historia, de aquí que se sienta más o menos insatisfecho y recurra a limitadas experiencias.

 

La TVE en otros tiempos, tuvo un programa titulado “reina por un día”. Una anónima hija de vecino, se la presentaba a los televidentes y a continuación recibía regalos, honores y homenajes de familiares, amigos y no sé cuántas cosa más. Tal abundancia y sorpresa, la llenaban de gozo. Satisfacía deseos y ocultas vanidades. Era una fiesta sin más, sin otros componentes.

 

Últimamente me he referido a la fiesta que acompaña a la boda y que con frecuencia desdibuja la riqueza sacramental que aporta Gracia. Que por sus costes impide o dificulta casarse a parejas carentes de recursos económicos, o así lo creen. El dinero, como en otras ocasiones, entorpece el correcto proceder cristiano.

 

Pensaba yo siempre en el deseo que siente el humano de ser protagonista de una fiesta. Nace, o más bien germina, cuando, llegada la pubertad, se adentra en la juventud. Se aspira a un gran gozo, tanto el tímido como el más osado o presumido.

 

No sé quién, ni cuando, una chica latinoamericana me hablo un día de la fiesta de los quince años. Me enseñó fotografías de la suya. La sensual exuberancia de la moza, de atractivo rostro alegre, se adornaba con los vestidos que estrenaban, el precoz maquillaje y el estudiado peinado. Parecía una novia, o una princesa, dicho en lenguaje coloquial.

 

Con modesta apariencia, si así lo deseaba, iniciaba el día asistiendo a misa. Volvía a su casa y cambiada de ropa, se ponían en práctica los preparativos de, mesas, flores, guirnaldas y golosinas. Al ir entrando los invitados, la saludaban con besos y abrazos. Sonrisas mutuas, miradas expresivas, nunca faltaban.    

 

 

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