Voz del Papa
¿Por qué hay mal en el mundo?
José Martínez Colín
1) Para saber
Ante
las desgracias que nos rodean, surgen preguntas que siempre han acompañado a la
humanidad, ¿por qué existe el dolor? ¿Por qué hay mal? ¿De dónde viene el dolor
y la muerte? ¿Quién es culpable? ¿Cómo entra Dios, que es infinitamente bueno,
en todo esto?
La
llamada “Parábola de la cizaña” da muchas luces y respuestas a esas
inquietantes preguntas. El Papa Francisco la comentó. En ella Jesús explica que
un hombre sembró buena semilla en su campo. Y mientras dormían los cuidadores,
vino el enemigo y sembró cizaña. Al poco tiempo, creció la semilla y la cizaña
a la vez. Los criados fueron a preguntarle al dueño del campo cómo es que había
cizaña. El amo les explica que fue el enemigo quien la sembró. Cuando quieren ir
a arrancar la cizaña, el amo no se los permite, porque se corre el riesgo de
arrancar juntas las malas hierbas y el trigo. Es necesario esperar a la
cosecha: solo entonces se separarán y la cizaña será quemada.
De
esa manera, Jesús explica realidades profundas: el campo es el mundo y quien
siembra la buena semilla es Dios. En cambio el enemigo es el diablo. Con ello
podemos saber que Dios siempre siembra cosas buenas, nunca el mal. Seríamos
injustos en atribuirle a Dios el mal. Recordemos que Dios, al crear, todo lo
hizo bueno. Fue debido a que no usaron bien de su libertad que al hacer el mal,
tanto el diablo como el hombre, causaron que entrara en el mundo la cizaña: el
dolor, el sufrimiento, la misma muerte.
2) Para pensar
Se
cuenta que en una escuela una buena niña, Laurita, por recibir un golpe
involuntario, en un arranque de ira agredió a su compañera: la insultó y le dio
una patada. Fueron llamados los papás
y la profesora en frente de la niña explicó: —Suele portarse bien su
hija, pero ustedes saben que el demonio tienta y se ve que Laurita no tuvo
fuerzas para dominarse.
Entonces
Laurita intervino: —Tal vez lo de insultar sí me lo propuso el demonio, pero lo de
darle una patada, eso sí salió de mí.
Sucede
que, efectivamente, el mal no siempre es debido al demonio, sino que el hombre
es cómplice y muchas veces quien toma la iniciativa. En la parábola podríamos
decir que la cizaña pudo sembrarla el enemigo, porque los cuidadores dormían en
vez de vigilar. También tenían parte de la culpa. Lo mismo sucede en nuestras
faltas, muchas veces estamos descuidados, “dormidos”, y no luchamos para
evitarlas.
3) Para vivir
¿Por
qué Dios no acaba con el mal? La parábola nos da luces. El Papa Francisco, que la
comentó, dice que ahí descubrimos la razón: Dios es paciente con nuestras
faltas porque espera nuestra conversión. Ello nos da mucha esperanza.
A
veces podemos ponernos como jueces de las faltas ajenas, como los siervos que
quieren eliminar enseguida el mal, pero hemos de asumir la misma mirada de amor
de Dios, que ve al buen trigo. El mal, por supuesto, debe ser rechazado, pero los
malvados son personas con las que hay que tener paciencia. Jesús vino a curar a
los enfermos, a buscar a los pecadores, no a destruirlos. Hemos de ser
pacientes como Dios lo es. Teniendo presente la paciencia que Dios tiene con
nosotros.
A
Dios le corresponde juzgar y al momento de la cosecha, el juicio final,
premiará a los buenos y castigará a los que no quisieron convertirse.
José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y
Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra). (articulosdog@gmail.com)