Muertes de primera y de
segunda clase
P. Fernando Pascual
11-7-2020
Unos policías arrestan en la
calle a una persona. Hay forcejeos. Un policía se excede en el uso de la fuerza
y mata al arrestado. Estallan las manifestaciones de protesta.
Un grupo de personas,
aprovechando los desórdenes, asaltan una tienda. El dueño intenta defenderse.
Lo tiran al suelo, lo apalean y lo matan. Algunos protestan firmemente contra
ese crimen de un inocente.
Una clínica de abortos. Varios
días a la semana entran mujeres que piden la “interrupción voluntaria del
embarazo”. Así mueren cientos de hijos cada mes. Casi no hay protestas por la
muerte de esos hijos, incluso se evita usar el término “hijo” como si fuera
erróneo...
Por las reacciones ante
ciertas muertes parece que algunas son muertes de primera clase, otras de
segunda clase, y quizá otras ni siquiera reciben la atención de la sociedad.
Es cierto que cualquier muerte
provocada a través de la violencia debe ser llevada a los tribunales y
condenada adecuadamente. Es cierto también que la sociedad tiene que reaccionar
si hay abusos por parte de quienes tienen la tarea de defender el orden
público.
Pero también es cierto que
defender la justicia implica defenderla para todos, sin discriminaciones.
Cierto tipo de protestas, en la calle, en las redes sociales, en la prensa, son
discriminatorias e incompletas, porque en nombre de la justicia condenan
firmemente algunas muertes mientras olvidan extrañamente otras muertes que
merecen ser tenidas en cuenta.
Una sociedad auténticamente
justa no puede distinguir entre muertes de primera y de segunda clase por
motivos arbitrarios, por sentimientos subjetivos o, peor, por presiones de
grupos que buscan aprovechar algunas muertes para defender sus intereses
ideológicos y promover violencias gratuitas contra inocentes.
Lo propio de la justicia es
tratar por igual a todos, sin discriminaciones. Y en ese “todos” se incluye
tanto a quienes sufren acciones abusivas de la policía como a quienes son
pisoteados en sus derechos, incluso en su vida, por grupos más o menos
organizados de manifestantes.
También ese “todos” incluye a
los miles y miles de hijos que cada año son asesinados en el seno de sus madres
ante la indiferencia social, incluso ante la aceptación complaciente de muchos,
como si la vida de esos hijos no merecería respeto y protección.
El mundo desea la justicia,
porque cualquier vida, grande o pequeña, de gente pobre o de adinerados,
importa.
Solo cuando actuemos de modo
correcto para defender la vida de todos y de cada uno de los seres humanos que
viven en este planeta avanzaremos en serio hacia una justicia universal, que
estará orientada especialmente a tutelar a los más indefensos y necesitados:
los pobres, los enfermos, los ancianos, los hijos antes de nacer...