Simplemente, Dios
P. Fernando Pascual
25-7-2020
La vida lleva un recorrido. Un
pasado queda fijo, inmóvil, inmutable, aunque sus huellas quedan en el
presente.
El ahora me presenta muchas o pocas opciones.
Mi mente busca las mejores. Mi corazón se entusiasma por unas y se muestra
aburrido, indiferente o temeroso ante otras.
En el horizonte, aparece la
idea de Dios. Sí, todavía lo veo como una idea, como un factor, aunque me doy
cuenta de que es una Persona, mejor, una Trinidad de Personas, y que se
interesa por mí como nadie lo ha hecho hasta ahora.
Puedo mover la mirada entre
tantas alternativas, objetos, proyectos, ambiciones. O puedo detenerme un
momento para ponerme ante Dios y preguntarle: ¿quién eres Tú? ¿Cómo ves mi
vida? ¿Qué me ofreces?
Dios, lo sé, es Padre. Y un
Padre ama hasta la locura, porque no puede olvidarse nunca del fruto de sus
entrañas, no puede dejar de amar a cada uno de sus hijos (cf. Is 49,15).
Dios es también Hijo: un Hijo
enamorado del Padre, un Hijo que asumió la naturaleza humana, que nació de la
Virgen María, que vivió buena parte de su existencia terrena como un sencillo
carpintero, que murió y resucitó por mí.
Dios es Espíritu Santo, que
consuela, que enciende, que ilumina, que guía, que invita, que susurra, que
dulcifica, que purifica el pecado, que nos permite decir lo que quizá nunca
habíamos imaginado: “Abba, Padre”.
En el camino de mi existencia
necesito unos momentos para ir al núcleo, para recordar de dónde vengo, para
ver qué tipo de sangre corre por mis venas y qué Padre tengo en los cielos.
Ahora quiero dedicarme
simplemente a Dios. Lo demás puede quedar a un lado. Veré todo de otra manera
si descubro que ese Dios, mi Padre, me mira a mí con un Amor que nunca habría
imaginado. Y con ese mismo Amor ama a quienes están cerca o lejos de mí.
Dios Padre, Dios Hijo, Dios
Espíritu, me dejo amar por Ti, me dejo purificar, me dejo iluminar. Sé hoy el
centro de mi vida. Invítame a recorrer el sendero con una certeza íntima que
nadie puede arrebatar: me amas y deseas con locura que ya ahora, y en el cielo
para siempre, viva contigo una relación de amistad alegre, plena, esperanzada.