VISITA
El
frío de la noche era una invitación a refugiarme entre las frazadas de la cama
a temprana hora.
Podía
hacerlo y, por ello, ni bien terminé todas las vueltas en la casa, ya estaba
acostado.
Cuando
me desperté debí encender la luz para poder saber la hora en la que vivía. El
reloj marcaba ya avanzada las dos de la madrugada.
Por
la ventana de mi cuarto entraba la luna con su luz que se me ocurría debía ser
tibia.
Me
fascinó tal visita y, por ello, me enderecé un poco para poder contemplarla un
poco mejor.
Lo
primero que se me ocurrió fue preguntarme cómo podía tener una luz tibia
estando a la intemperie donde hacía tanto frío.
Lentamente
me explicó que la luz de los seres no depende del contexto en que se encuentren
sino de su interior y tal cosa me llevó a preguntarme por mi vida.
A
lo largo de mi vida he podido conocer a muy diversos seres de luz. Seres que
con su forma de ser colman de luz todo lo que le rodea.
Estos
seres han despertado mi admiración y he intentado aprender de ellos por más que
supiese nunca podría llegar a tanta luminosidad.
Estos
seres, con su estilo de vida, me han mostrado que es posible compartir luz con
los demás y que vale la pena intentarlo.
Se
me ocurrió preguntarme cómo es posible irradiar siempre la misma luz aunque, en
oportunidades, esté condicionada por las nubes.
Lentamente
me explicó que lo importante no es la diversidad de luces que se puedan
irradiar sino la coherencia de, siempre, la misma luz.
Me
dije no era una tarea fácil poder ser coherente cuando se tienen tantas
limitaciones personales y que, por ello, la coherencia se limitaba a un
prolongado y esforzado intento.
Sin
lugar a dudas uno, muchas veces, ha de
equivocarse y cometerá errores pero ellos no son una razón para justificar que
la coherencia no es algo que uno pueda intentar.
Pensar
o actuar en consonancia con tal manera de pensar sería lo más cómodo que
alguien podría suponer. La coherencia no es para los cómodos ni para que
solamente realizan lo más fácil.
Miraba
a la luna y pensaba en lo particular de su existencia. Jamás irradiaba su luz
sino que lo suyo se limita a reflejar la luz del sol.
Para
poder intentar ser coherente no hay que buscar transmitir lo suyo sino la luz
de aquellas realidades que se tienen como valores esenciales a la vida.
Para
quienes nos llamamos cristianos la luz que se debe transmitir no puede ser otra
que la de Jesús desde nuestra vida.
Todo
pasa por la no búsqueda del protagonismo personal sino del protagonismo de
Jesús en cada uno de nosotros. Por ello es que la propuesta de Jesús no es otra
cosa que un estilo de vida que se hace relación vital en todas las direcciones
de la existencia.
Poco
a poco, la luna, se iba desapareciendo por uno de los bordes de la ventana.
Había pasado casi media hora de visita en el cuarto.
Había
disfrutado su visita un buen tiempo que se había vuelto demasiado rápido y no
quería se marchase, quería seguir disfrutando de su presencia y de mi estar en
ella para continuar aprendiendo de esas cosas que hacen a la esencia de la
vida.
Antes
de que se marchase por esta noche mi mente hizo un repaso de todos esos seres
de luz que se han introducido en mi vida y a los que valoro muchísimo.
Lo
suyo, a más de ser un regalo para mi vida, es
un desafío a poder intentarlo puesto que me muestran que es posible.
Sin
grandes palabras enseñan y cuestionan. Sin grandes palabras interpelan y
motivan.
Sin
sermones dicen del origen de su luz y la comparten desinteresadamente.
Sin
pronunciar su nombre transmiten Jesús y ello es indudable y merece gratitud.
Padre Martin Ponce de Leon SDB