CENTENARIO
Parecería
como que es de toda la vida pero no. Este año los salesianos están cumpliendo
sus cien años de presencia en Salto.
Cien
años de presencia dice de muchas modificaciones y de realidades nuevas.
Cien
años dicen de muchísima historia y de muchas personas.
Los
salesianos de Salto han querido utilizar este mes como en central de sus
recuerdos pero, sabido es, los mismos no se reducen a un mes ni algunas
celebraciones puntuales.
Pero
es una fecha demasiado significativa como para, pese a la pandemia, no ser un
tiempo de celebraciones.
Todo
comenzó con un grupo de salesianos bajo la dirección del P. Aschieri
llegaron a la ciudad para brindar su servicio de atención a los jóvenes de la
ciudad desde la parroquia y el colegio.
Durante
mucho tiempo estas eran las dos presencias salesianas y, luego, se habría de
añadir el oratorio festivo.
Desde
el comienzo de la presencia hasta la década del sesenta en que falleció el P. Aschieri fue el párroco y sentó las bases de una tarea
ardua en una parroquia extensa y diversa.
El
colegio funcionaba donde hoy se encuentra la biblioteca y las paredes junto al
Ateneo. Allí había un patio cubierto por lonas que se retiraban en invierno y
se extendían en verano con un sistema de arandelas y piolas.
En
algún lugar del patio había una larga caña con la que se hacía volver a los
juegos a cualquier pelota que cayera sobre las lonas.
Cuando
uno ingresa hoy al Salesiano no encuentra mucho de lo que había en aquel
entonces pero allí está el árbol de mangos como testigo viviente d aquella
historia que comenzó a cambiar, ediliciamente, por el año sesenta.
La
estatua de Domingo Savio que se encontraba junto al
mango se encuentra en uno de los patios que se ubican más abajo del nivel del
patio superior.
Junto
al P. Aschieri, durante mucho tiempo, desarrolló la
tarea de la atención de la campaña y diversas actividades el P. Juan González.
Eran
tiempos de carencias y de esfuerzos.
Eran
tiempos de semanas cargadas de actividades y de entrega rebosante de compromiso
apostólico.
¿Quién
puede olvidar lo que eran las jornadas del Oratorio Festivo? Comenzaban con
alguna misa en aquella vieja capilla de chapas pintadas de rojo y ventanas de
madera que no se abrían sino que se levantaban y sostenían con un hierro. Por
la tarde del domingo, la reunión en la iglesia de la parroquia y el sellado de
las muñecas para poder participar de los partidos de fútbol en las canchas de
Cien Manzanas.
Quien
no tenía el sello en su muñeca no podía, en esa jornada, jugar al fútbol y,
mucho menos, entrar al cine de la noche. Pronto descubrieron y practicaron que
con el alcohol de las cáscaras de naranja se podían pasar el sello a otras
varias muñecas.
Se
han transmitido algunas de las bromas que algunos jóvenes como Enrique Amorín u Horacio Quiroga realizaban para hacer enojar a
aquel primer párroco y, sin duda, tenían éxito como no tenían éxito aquellas
jovencitas que pretendían entrar a alguna misa sin las obligatorias medias o la
necesaria mantilla.
Sin
duda que eran otros tiempos y aquellos salesianos respondían a ello.
Han
pasado cien años y uno no puede dejar de recordar al P. Giménez y su incansable
actividad. El actual colegio- liceo, la Obra Don Bosco, Antena del Carmen son
algunos nombre que van unidos a su trabajo y a donantes como Doña Catalina,
Doña Luisa y Don Ramón.
Es
evidente que el espacio de este artículo
es muy limitado como para narrar trozos de estos cien años y el orden no responde a otra cosa que a esos
recuerdos que surgen sin ningún tipo de cronología.
Son
cien años y uno que ha sido beneficiario de tal presencia no puede dejar de
pronunciar un agradecimiento cargado de
sentimientos que se ponen a flor de piel.
Padre
Martin Ponce de León SDB