COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO
CAPÍTULO TERCERO: 6

Padre Arnaldo Bazán

 

“Den, pues, fruto digno de conversión, y no crean que basta con decir en su interior: "Tenemos por padre a Abraham"; porque les digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham” (3,8-9).

 

Los fariseos eran conocidos por su hipocresía. Les encantaba aparecer como muy religiosos, pero moralmente dejaban mucho que desear. Eso sí, les gustaba usar de vestiduras y símbolos propios del judaísmo, pues se declaraban los defensores acérrimos de la ley de Moisés. Por otro lado criticaban a los que no cumplían los preceptos en la forma que ellos entendían y enseñaban.

 

Juan el Bautista los conocía muy bien. Por eso, cuando se acercan a él para recibir el bautismo penitencial, lejos de alabarlos, les lanza una severa advertencia. No basta con llamarse “hijos de Abraham” y pensar que por ello ya estaban salvados, sino que deben demostrar que están realmente convertidos.

 

Y es que la religión no puede ser tomada como si se tratara sólo de prácticas externas. En eso consistía, fundamentalmente, el paganismo. Se ofrecían sacrificios a los falsos dioses, creyendo que eso les conseguiría favores o los preservaría de calamidades. Pero no había ningún compromiso en el corazón. Con cumplir lo establecido se sentían buenos religiosos.

 

Esto pasa también en nuestros días. Hay quienes creen ser cristianos porque alguna vez fueron bautizados. Piensan que con encender algunas velas, o participar de vez en cuando en ceremonias religiosas, ya está todo hecho. Pero no logran entender que Dios no anda buscando prácticas exteriores, sino el compromiso interior de quienes aceptan sus mandamientos y tratan fielmente de cumplirlos.

 

De ahí que no basta tampoco que nos declaremos pecadores y pidamos perdón. Ni que digamos creer, pero sin que haya una verdadera conversión que se traduce en frutos legítimos de la misma.

 

Dios es el único que puede conocer el interior de las personas. Los seres humanos podemos formarnos falsas opiniones de la gente por la forma en que actúan.

 

Pero si bien las apariencias engañan, y por lo mismo podemos fácilmente equivocarnos al juzgar al prójimo, Dios no se equivoca y conoce muy bien si somos sinceros o simplemente estamos aparentando una religiosidad que no tenemos.

 

Un fruto digno de conversión sería dejar a un lado odios y rencores, egoísmos y ambiciones, para mirar y tratar a los demás como hijos de Dios y hermanos nuestros.

Arnaldo Bazán