Voz del Papa
La cultura del descarte
José Martínez Colín
1) Para saber
Se
cuenta que en la Corte del Rey Luis XV de Francia, una de sus hijas, la
princesa Luisa, era atendida por una de sus damas de compañía, y se le hizo
cierta reprensión. A la princesa no le gustó y enojada le cuestionó: —¿No soy acaso
la hija de vuestro rey?
Sabiendo
que era justa la reprensión, le contestó aquella mujer:
—Y
yo, ¿no soy acaso la hija de vuestro Dios?
Pasaron
los años y la princesa Luisa, siendo religiosa carmelita, siempre recordó
agradecida esa respuesta que le hizo tener en cuenta la dignidad de cada
persona.
Con
motivo de la pandemia, el Papa Francisco reflexionó en su catequesis sobre la
necesidad de sanar al mundo en varios aspectos. Alabó el compromiso de las personas
que muestran su amor dedicándose a los enfermos poniendo en riesgo su propia
salud. ¡Son héroes!, afirmó el Papa. Además, también hay que combatir otra patología
social muy grave: la visión distorsionada de la persona. Una mirada que ignora
su dignidad. Nunca podemos mirar a los otros como objetos de consumo, para usar
y descartar. Hay que evitar una cultura del descarte individualista donde las
cosas que no me tocan no me interesan.
2) Para pensar
Una
profesora de preescolar escribía su experiencia sobre la conducta de una niña
de tres años llamada María que estaba afectada por el síndrome de Down: “María
tiene un pequeño cerebro lleno de posibilidades que a nosotros toca descubrir.
Es un cerebro dotado extraordinariamente para la sensibilidad. No sé si alguien
creerá que María es diferente a los demás niños, que incluso es inferior a
ellos: pero si María falta al Colegio, los niños me avasallan a preguntas: ¿Dónde está María?”. ¿Va a venir pronto?, ¿por
qué no viene? Y mi clase, que es como un mundo en miniatura, como una
futura sociedad, queda incompleta si ella no está sentada en su pupitre, porque
los niños y yo necesitamos a María”.
Al
ser creados a imagen y semejanza de Dios, se nos ha dotado de una gran dignidad
que se ve enriquecida al ser invitados a vivir en comunión con Él y con los
demás. Él nos ha creado no como objetos, sino como personas amadas y capaces de
amar. Por ello hemos de reconocer su dignidad, cualquiera que sea su raza,
lengua o condición.
3) Para vivir
Tener
conciencia de la dignidad de todo ser humano tiene serias implicaciones
sociales, económicas y políticas: al contemplar al prójimo como un hermano, se ha
de mirar con compasión y empatía, no con desprecio o enemistad. Recalca el Papa
Francisco: la fe nos exhorta a comprometernos seria y activamente para
contrarrestar la indiferencia que olvida la dignidad humana.
Una
prueba de la sublime dignidad que Dios ha otorgado al hombre, nos lo revela la
fiesta de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María del 15 de agosto. En
ella celebramos que la Virgen fue llevada al Cielo en cuerpo y alma por los
Ángeles. Con ello se nos muestra la dignidad tan alta a que es destinado el ser
humano. A ella acudió el Papa para pedir que, como discípulos de Jesús, no
queremos ser indiferentes, mirando a otro lado, ni individualistas, mirando
solamente el propio interés, sino cuidarnos los unos a los otros para construir
una sociedad fraternal y solidaria.
José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía
(Universidad de Navarra). (articulosdog@gmail.com)