Desconocimientos
P. Fernando Pascual
20-8-2020
Conocemos muchas cosas.
Desconocemos otras. En ocasiones, pensamos que conocemos lo que en realidad
desconocemos.
En la vida de cada uno se
mezclan conocimientos y desconocimientos. Sé la clave de la computadora. No sé
cómo se llama el vecino, ni sé si mañana hará buen tiempo.
Según lo que conocemos y lo
que desconocemos, tomamos nuestras decisiones. A veces, con mayor seguridad: lo
que conocemos es suficientemente válido como para inspirar confianza. Otras con
dudas, o con temor: faltan datos para tenerlo casi todo bajo control.
Es cierto que algunos
desconocimientos pueden generar miedo, angustia, incertidumbre. No sabemos cómo
irán las cosas en política, o en economía, o en salud pública en los próximos
meses. Eso nos inquieta, incluso lleva a ciertos estados de angustia.
Pero por más que nos
esforcemos, nunca lograremos un perfecto conocimiento de todas las cosas. Como
tampoco será posible evitar ese peligro, ya denunciado por Platón, que surge cuando
creemos conocer algo que realmente no conocemos...
Para una vida sana, hay que
aceptar que una dosis de desconocimientos es inevitable: forma parte de la
vida, deja espacios a eso que, erróneamente, llamamos buena o mala suerte.
Por ello, aunque haya tantos
cabos sueltos, saldremos de casa e iremos al trabajo. Tal vez se retrase el
autobús o haya un pasajero que nos infecte con un virus... Pero ¿era posible
conocer con seguridad que iba a ocurrir esto o lo otro?
Como no tenemos una certeza plena
sobre todo, y como cada momento exige que tomemos decisiones, hemos de aprender
a convivir con nuestros desconocimientos. No resulta fácil, pero es algo parte
de la vida.
Lo que luego ocurra, dependerá
en buena parte del uso adecuado de lo que conocíamos, de la sana prudencia ante
lo que desconocíamos, y de la providencia de un Dios que guía la historia de
cada uno por caminos desconocidos para nosotros, pero siempre (y eso lo sabemos
con certeza) protegidos por su Amor de Padre.