COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO TERCERO: 11

Padre Arnaldo Bazán

 

"Jesús le respondió: “Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia”. Entonces le dejó" (3,15).

En este versículo recoge Mateo las primeras palabras que Jesús pronunciara para comenzar su ministerio apostólico durante los últimos años de su vida en la tierra. Frente a la insistencia de Juan de que fuera Jesús quien lo bautizara a él, el Señor le responde con estas aparentes sencillas palabras que encierran todo un mundo de significado.

 

Es muy probable que el mismo Juan no lo pudiese entender completamente, pues lo que estaba sucediendo era algo que pertenecía al misterio insondable de Dios.

 

Allí estaba el Hijo del Altísimo en persona, "y el Padre a quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él" (2a Corintios 5,21).

 

El mismo apóstol Pablo nos dice que Jesús, "siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Filipenses 2,6-8).

 

Por eso Jesús quiso someterse, no por El, sino por todos nosotros, a la humillación de presentarse como pecador, ya que El había venido a cargar con los pecados de todos.

 

Nos lo había dicho ya, cinco siglos antes, el profeta Isaías, hablando del Mesías: "Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros" (53,6).

 

¿Quién podría entender este inmenso amor de Dios por sus criaturas? ¿Cómo comprender que el inocente se presentase como pecador y cargase con el castigo correspondiente?

 

De ahí que Jesús dijese aquellas palabras: "Conviene que así cumplamos toda justicia". Y cuando dijo “justicia” no estaba hablando de la de los hombres, sino de la de Dios.

 

Según la justicia de los hombres, casi siempre los más culpables salen absueltos, pues gozan del poder de la política o del dinero para estar por encima de la ley.

 

Justicia, por otro lado, en la Biblia, es sinónimo de santidad. Lo que allí estaba ocurriendo era un ejemplo de santidad, humildad y obediencia a la voluntad del Padre. Esta es la enseñanza que nos dará Jesús con la “Buena Nueva” que constituye el Evangelio. Tenemos que estar dispuestos, como El nos enseñó con su ejemplo, a someternos a la voluntad del Padre.

 

Arnaldo Bazán