CADA DÍA SU AFÁN
LA PANDEMIA Y SAN AGUSTÍN
Muchos recordamos el inicio de las coplas de Jorge Manrique a
la muerte de su padre: «Recuerde el alma
dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se
viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer, cómo, después de
acordado, da dolor; cómo, a nuestro
parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor»
Esos dos últimos versos se repiten como un
proverbio. Pero se olvida que esa no es la convicción del poeta. En realidad,
él trata de invitarnos a pensar en la fugacidad de la vida. Y, frente a los
pretendidos encantos del pasado, sugiere una meditación sobre el futuro que nos
espera más allá de la muerte.
En estos tiempos marcados tan
duramente por la pandemia, estos versos nos llevan a recordar un sermón en el
que San Agustín reflexiona también sobre el tiempo pasado y el presente.
Según él, “todas las aflicciones y tribulaciones que
nos sobrevienen pueden servirnos de advertencia y corrección a la vez. Pues
nuestras mismas sagradas Escrituras no nos garantizan la paz, la seguridad y el
descanso. Al contrario, el Evangelio nos habla de tribulaciones, apuros y
escándalos; pero el que persevere hasta el final se salvará”.
Las gentes de su tiempo tenían sobradas razones para
lamentarse de sus penas, como si fueran las primeras que afectaban a la
humanidad. Pero el Santo se pregunta: “¿Es que ahora tenemos que sufrir
desgracias tan extraordinarias que no las han sufrido, ni parecidas, nuestros
antepasados? ¿O no nos damos cuenta, al sufrirlas, de que se diferencian muy
poco de las suyas?”
A continuación, ofrece a sus oyentes un sentimiento semejante
al que refleja Jorge Manrique y al que nos ofrece nuestra situación actual: “Encuentras
hombres que protestan de los tiempos actuales y dicen que fueron mejores los de
nuestros antepasados; pero esos mismos, si se les pudiera situar en los tiempos
que añoran, también entonces protestarían. En realidad juzgas que esos tiempos
pasados son buenos, porque no son los tuyos”.
San Agustín no intenta consolar a sus fieles con la
tópica mención del mal de todos. No trata de hacer sociología, sino teología. Y
en esa clave plantea la pregunta: “¿Por qué has de pensar que cualquier tiempo
pasado fue mejor que los actuales? Desde el primer Adán hasta el Adán de hoy,
ésta es la perspectiva humana: trabajo y sudor, espinas y cardos. ¿Se ha
desencadenado sobre nosotros algún diluvio? ¿Hemos tenido aquellos difíciles
tiempos de hambre y de guerras?”
La meditación sobre esos textos bíblicos es una
lección para que nosotros “nos abstengamos de protestar contra Dios en los
tiempos actuales. ¡Qué tiempos tan terribles fueron aquéllos! ¿No nos hace
temblar el solo hecho de escucharlos o leerlos? Así es que tenemos más motivos
para alegrarnos de vivir en este tiempo que para quejarnos de él”.
José-Román
Flecha Andrés