ALÉJATE DE MÍ
Este
artículo lo escribo, únicamente, pensando en mí.
Es,
algo así, como un público y personal examen de conciencia. Supongo que usted,
lector, no tiene motivos para preguntarse o sentir lo mismo que yo.
Escuchaba
a Jesús diciéndole a Pedro: “Aléjate de mí porque esa manera de pensar no
responde a Dios sino a los hombres” y me preguntaba por las muchísimas veces
que me ha de haber dicho lo mismo.
Cada
vez que hice lo que me agradaba y no lo que debía.
Cada
vez que opté por lo más sencillo y menos exigente.
Cada
vez que oí pero no escuché al otro.
Cada
vez que no quise ver al otro para no complicarme la vida.
Cada
vez que no me animé a salir a la intemperie y me limité a la seguridad del
templo.
Cada
vez que no me resigné a respetar a los demás y busqué imponerles mis maneras de
actuar.
Todo
esto no se limita a alguna oportunidad sino que se reiteran a lo largo de mi
vida.
Lo
cómodo, lo fácil, lo simple por sobre la renuncia, lo complejo o lo arduo.
Todas
las veces que me dejé llevar por lo mío y no presté atención al proyecto de
Dios.
Mirando
mi vida no puedo dejar de reconocer que he sido muy mimado por Dios y pese a
ello muchísimas veces me he quejado pretendiendo sea revertida alguna
situación.
Poseo
de todo y, sin embargo, muchísimas veces me quejo puesto desearía una vida más
simple y sin complicaciones.
Podría
continuar enunciando situaciones que hacen a mi vida y continuaría encontrando
realidades donde, sin duda, Jesús habrá dicho: “Aléjate de mí…..”
Pero
su solicitarnos nos apartemos de él no dice de un distanciamiento de su parte
sino de un llamado de atención para que reveamos nuestra forma de actuar,
pensar o sentir.
Es,
entonces, que nos descubrimos como reincidentes puesto que reiteradamente hemos
actuado de la misma manera.
Siempre
encontramos una razón para justificar nuestra conducta por más que sintamos a
Jesús solicitándonos pensemos, sintamos y actuemos conforme el proyecto de Dios
que ello es lo mejor que nos puede suceder.
Cuando
nos pensamos conforme el proyecto de Dios ponemos lo mejor de nosotros al
servicio de los demás.
No
nos ponemos en primer plano sino que ponemos lo de Dios como centro y motivo de
nuestro actuar.
No
brindamos trozos de lo que somos sino que nos involucramos completamente en
cada cosa que debemos realizar.
No
hacemos las cosas porque no podemos hacer otra actividad sino que las hacemos con alegría y amor.
No
hacemos las cosas con resignación y prisa sino que las hacemos intentando ser
útiles para que otro pueda sentirse un
poco mejor persona porque alguien.
El
“Aléjate de mí……” de Jesús no puede ser un motivo de vergüenza sino un llamado
de atención para que sepamos aún tenemos mucho para aprender y corregir.
Su
“Aléjate de mí……” no es razón para que bajemos los brazos o nos desanimemos
sino para que intentemos actuar un algo mejor como personas es la próxima
oportunidad que nos ha de brindar.
Nuestra
vida es un constante aprendizaje en la medida en que sepamos encontrar una
razón a lo que nos toca vivir.
Jesús
nunca nos abandona y, por ello, siempre nos está dando oportunidades para que
nos ayudemos a ser mejores personas.
Él
confía en nosotros y jamás nos abandona a la vera de nuestro camino.
Puede
haberme dicho en muchas oportunidades: “Aléjate de mí….” pero jamás deja de
amarnos aunque miremos la realidad con pensamientos de los hombres y no desde
el proyecto redentor de Dios.
Padre
Martin Ponce de Leon SDB