ENTRE LA ROPA
En
aquella sala reinaba el caos.
Diversas
bolsas con ropa usada se amontonaban dando la sensación de un algo imposible de
revertir o de, medianamente, ordenar.
Resultaba,
para mí, un lugar donde lo mejor era mantener la puerta con llave.
Esto
hacía que la ropa se amontonase, sin utilidad alguna, por diversos lugares de
la casa.
El
caos ya no era, únicamente, en un lugar sino en muchos.
Pero
un día llegaste y me preguntaste si podías venir con otros jóvenes a ordenar y
clasificar.
Como
todo lo tuyo lo presentabas como algo muy sencillo mientras que, para mí, era
un imposible de realizar.
Pensé,
vendrá algunas veces y se desanimará por lo arduo de la tarea.
Pero
tú eres constante y perseverante.
Ya
has venido reiteradas veces y la sala se
ha ido llenando de cajas y bolsas con indicaciones de su contenido.
Tal
vez, cuando comenzaste, no supusiste te insumiría tanto tiempo. Ello no te
importó.
Siempre
te has hecho ayudar y siempre has conseguido quienes te secunden en la actividad.
Tú
nunca actúas en solitario, sino que siempre cuentas con alguien que te colabora
en la tarea.
Tú
siempre encuentras manos que se unen a las tuyas para ayudarnos a que lo tuyo
sea posible.
Siempre
te vales de alguien para realizar tu proyecto.
Por
ello son tan importantes tus colaboradores.
Tal
vez muchas veces me has pedido una mano pero, yo, nunca me he dado cuenta me lo
solicitabas y, por ello, no he colaborado con vos tantas veces.
Tú
nunca me vas a solicitar algo personalmente, sino que lo haces mediante otras
personas en las que debo saber estás vos.
Hoy
la sala, donde aún hay trozos de aquel caos inicial muestra muchos espacios de
orden.
Poco
a poco le vas ganando al desafío inicial.
Metros
de cinta llevas utilizados para cerrar cajas o bolsas.
Varias
hojas usadas como cartel indicador del contenido de cada cosa han usado.
Tú nunca tienes prisa sino que, siempre,
acompañas nuestros pasos.
Prefieres
acompañar nuestro ritmo que imponer el tuyo.
Verdaderamente
eres increíble, Señor.
Constantemente
encuentras instrumentos, en nuestra vida cotidiana, para enseñarnos a ser
mejores personas.
Te
vales de todo lo nuestro para darnos una lección sobre el cómo debemos actuar.
Me
asombra tu comportamiento puesto que, la mayoría de las veces, pensamos que
para ayudarnos son necesarias complejas elucubraciones y Tú todo lo haces desde
lo muy sencillo.
Supongo
que por ser todo tan sencillo nos perdemos de descubrir eres Tú quien está
allí, enseñándonos.
Suponemos
es necesario algún curso que nos especialice en tu lenguaje o nos brinde pautas
para poder acceder a lo tuyo, pero vos no actúas de esa manera.
Tú,
simplemente vives lo nuestro y desde allí nos vas dando pautas para que te
aprendamos.
Te
limitas a acompañarnos y allí nos vas mostrando elementos que nos han de ir
ayudando a actuar correctamente.
Nuestra
vida, sin que nos demos cuenta, se va transformando en una fuente inagotable de
enseñanzas donde utilizas nuestras cosas y nuestro lenguaje para hacernos saber
de tus palabras y tus actitudes.
Padre
Martin Ponce de Leon SDB