COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
CUARTO: 2
Padre Arnaldo Bazán
"Y
después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió
hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas
piedras se conviertan en panes”(4,2-3).
El ayuno de cuarenta días tuvo un
precedente en Moisés, quien, según dice el libro del Exodo,
estuvo postrado ante Dios por ese tiempo, sin probar bocado: Moisés estuvo allí
con Yahveh cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua
(34,28). Eso fue en el monte Sinaí, llamado también Horeb.
En el Deuteronomio aparece una
narración como si el propio Moisés recordara lo ocurrido con el pueblo, que
mientras él estaba en el monte con Dios, ellos se pusieron a construir y adorar
un carnero de oro al que adoraron, lo que valió que él se enfadara y lanzara
las piedras de la ley que el Señor le había dado. Allí dice Moisés que fueron
dos las veces que estuvo ayunando por cuarenta días: "Yo había subido al
monte a recoger las tablas de piedra, las tablas de la alianza que Yahveh había
concluido con ustedes. Permanecí en el monte cuarenta días y cuarenta noches
sin comer pan ni beber agua"(Deut. 9,9).
Unos versículos más tarde dirá:
"Luego me postré ante Yahveh; como la otra vez, estuve cuarenta días y
cuarenta noches sin comer pan ni beber agua, por todo el pecado que habían
ustedes cometido haciendo el mal a los ojos de Yahveh hasta
irritarle"(9,18).
También en el primer libro de los
Reyes se dice que el profeta Elías, huyendo de Jezabel, la esposa del rey Acaz, se durmió debajo de un árbol y recibió la orden de un
ángel que le dijo: "“Levántate y come”. Miró y vio a su cabecera una torta
cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a
acostar. Volvió segunda vez el ángel de Yahveh, le tocó y le dijo: “Levántate y
come, porque el camino es demasiado largo para ti”. Se levantó, comió y bebió,
y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta
el monte de Dios, el Horeb" (19,5-8).
No debemos olvidar que Jesús era
también hombre. Después de pasar tantos días en un ayuno riguroso, era normal
que sintiera hambre. Y eso fue lo que aprovechó Satanás para atacarlo.
Había en esa tentación algo
profundo. Y era buscar la fuerza de Dios para convertir piedras en panes. Jesús
no había venido a realizar milagros sin ton ni son, ni menos en provecho
propio. Los que él haría serían para beneficiar a los que estuviesen
necesitados, sobre todo de curación tanto física, como moral y espiritual.
Arnaldo Bazán