AMAR HASTA A LOS ENEMIGOS
Los
relatos evangélicos ponen en boca de Jesús esa manifestación del amor al
prójimo.
No
es una realidad fácil de aceptar puesto que implica, de nosotros, un gran
esfuerzo.
En
primer lugar debemos ver en dicha afirmación una nueva interpretación de lo que
proponía la doctrina de aquel tiempo donde se decía de la necesidad de amar al
prójimo y odiar al enemigo.
Jesús
viene con un mandato de amor hasta las últimas consecuencias y así lo
manifiesta pero, también, así lo ha de vivir. En la cruz pide a Dios que
perdone a sus victimarios “porque no saben lo que hacen”
No
les guarda rencor ni desea para ellos lo peor sino que manifiesta su amor hacia
ellos solicitando fuesen perdonados.
En
diversas oportunidades he podido escuchar gente que manifiesta su desazón ante
el hecho de no lograr una reconciliación con su enemigo pese a haber agotado
todos los medios que descubría estaban a su alcance.
Jesús
no nos brinda una receta de comportamiento sino que nos solicita una actitud
particular de frente a la ley del amor que nos propone como estilo de vida.
Plantea
una realidad de dos personas con sentimientos enfrentados. Uno con un
sentimiento de enemistad y el otro con un sentimiento de amor.
Ante
esos dos sentimientos nos dice cual debe ser el nuestro pero nos deja en
libertad de acción sobre el cómo debemos vivirlo.
¿Debo
agotar los medios para lograr que el enemigo se convierta y deje de serlo? En
oportunidades, tal vez, ese debe ser un primer paso.
Él
no nos dice “reconcíliate con tu enemigo” sino que supone ese paso ya se
intentó y no fue logrado por ello es que manifiesta “ama a tu enemigo”
En
oportunidades la búsqueda de una posible reconciliación solamente logra
aumentar la enemistad que el otro puede sentir por nosotros.
Hay
seres que no ven con buenos ojos los intentos de reconciliación que pueden
realizarse y ello hace que aumente su encono por eso es que no existe una
receta posible de aplicar.
Lo
que sí existe, porque ello es posible, vivir lo que Jesús propone. “Ama a tus
enemigos”
Es
tener, para con ellos, una actitud propia de quien ama y, por lo tanto, plena e
aceptación y respeto.
Aceptación
de que es nuestro enemigo y, por ello, debo conservar una discreta distancia
para no incomodarle con nuestra sola presencia.
Aceptación
para poder descubrir en su persona esas realidades que le hacen motivo de
nuestro deseo de lo mejor.
Respeto
porque nadie es dueño de la verdad y hemos podido actuar tan equivocadamente
como para despertar en el otro semejante desprecio.
Respeto
porque aceptando puede tener todas las razones como para que seamos una
incomodidad para su andar y, por ello, manteniendo una debida distancia.
Respeto
puesto que debo saber aceptar su decisión de tenerme como su enemigo.
Lo
de Jesús, más que decir sobre la postura de ambos dice sobre lo que debe ser la
postura de aquel que opta por Él.
No
nos pide un imposible ni un algo que puede superar nuestras capacidades.
Simplemente
nos está pidiendo no tengamos, en nuestro corazón, broncas o malos deseos para
con nadie ni siquiera para con nuestros enemigos.
Creo
que, a la larga, Jesús no hace otra cosa que invitarnos a elegir aquello que
nos hace, siempre, mucho bien. Cargar nuestro corazón de sentimientos positivos
puesto que, con ello en nuestro interior, todo lo nuestro vive mejor.
Cuando
los sentimientos de amor son los que nos invaden todo nuestro actuar se viste
de sonrisas y de motivaciones para brindar amor.
Jesús,
lo que nos pide es que no almacenemos sentimientos negativos en nuestro
interior puesto que ellos, a la larga, se manifiestan en nuestro actuar.
Padre
Martin Ponce de Leon SDB