Sobre el esfuerzo
P. Fernando Pascual
12-9-2020
Hay diversos motivos por los
que ponemos un especial esfuerzo en ciertos asuntos de nuestra vida. En otros
asuntos, en cambio, buscamos lo menos costoso, casi ni nos esforzamos.
Por ejemplo, hay quienes se
esfuerzan a fondo en los estudios, o en el entrenamiento deportivo, o en
terminar una tarea en la oficina.
Como también hay quien evita
esfuerzos a la hora de levantarse, o ante ciertos arreglos que necesita la
casa, o simplemente cuando toca salir de compras.
¿Por qué a veces huimos del
esfuerzo, y otras veces ponemos un esfuerzo casi heroico? Una respuesta obvia
nos lleva a reconocer que ponemos más esfuerzo allí donde hay un mayor interés.
Si una mejora académica o
deportiva llega a ser relevante y amada, habrá esfuerzo, dedicación, sudores,
sacrificios: la meta deseada impulsa a las personas a una mayor entrega.
En cambio, muchos reaccionan
con apatía y desgana ante la exigencia burocrática de rellenar formularios
largos y molestos, o ante la petición de un familiar de dedicarle un tiempo que
no resulta para nada gratificante.
Por eso, al tomar decisiones,
lo que resulta decisivo es el amor que mueve nuestros corazones. Si el amor es
débil, o si un tema resulta molesto, el esfuerzo será escaso, a no ser que
simplemente trabajemos para quitarnos cuanto antes un peso de encima.
Pero cuando el amor es sano,
fuerte, sincero, somos capaces de esfuerzos sorprendentes: incluso nosotros
mismos no acabamos de creer que íbamos a acometer con tanta energía esa tarea.
En el camino de la vida,
resulta clave reconocer qué asuntos merecen nuestros mejores esfuerzos, y cómo
invertir las capacidades interiores para aquello que valga la pena.
A veces se tratará de asuntos “sin
trascendencia”, como cuando dedicamos una parte de la tarde a limpiar a fondo
la cocina. Lo haremos con gusto si queremos el bienestar de todos en casa.
Otras veces se tratará de
asuntos mucho más importantes, como cuando toca atender a un familiar enfermo
que requiere ayuda física y, sobre todo, cariño que acompañe el esfuerzo al
cuidarlo como se merece.
El esfuerzo decisivo será el
que nos abre a Dios y a su misericordia, el que nos permite recibir su
salvación. “Luchad por entrar por la puerta estrecha” (Lc
13,24a). “Esforzaos por ser hallados en paz ante Él, sin mancilla y sin tacha”
(2Pe 3,14b).
Cada día, al tomar mis
decisiones, puedo ver qué me pide Dios, qué requieren mis familiares y
conocidos, qué ayuda puedo ofrecer a tantos necesitados. Solo entonces dedicaré
lo mejor de mis esfuerzos para avanzar un poco en el camino del amor verdadero.