UN TROZO DE LUZ
En
diversas oportunidades me han hablado de una persona a quien valoro muchísimo.
Su
físico pequeño se ve desbordado por una intensa calidad humana y por una
calidez muy particular.
Prácticamente
todo lo suyo dice de dedicación y entrega.
Cada
vez que me hablan de ella no puedo dejar de sentir una profunda e íntima
satisfacción.
Me
colma de orgullo sentir hablar muy bien de ella, por su tarea pero, por sobre
todas las cosas, por su delicada humanidad.
Pese
a que la vida se ha encargado de frustrar uno de sus sueños más queridos todo
lo suyo es un ayudar a otros a que
tengan una calidad de vida digna.
Cuando
uno conversa con ella no puede dejar pasar por descubrirse encandilado por una
sonrisa franca y sincera que hace brotar la confianza.
Sin
lugar a dudas, ella es un ser de luz, por utilizar un lenguaje actual.
Parecería
que, físicamente, se va haciendo más pequeña pero, humanamente, se va
transformando en más grande.
No
sé muy bien cómo es ella como profesional pero sí sé es alguien tremendamente
confiable e increíblemente cercana.
No
sabe de horarios ni de días. Siempre está disponible a brindar una mano
solidaria y desinteresada.
Por
su bajo perfil puede pasar en silencio pero cuando uno entabla trato con ella
no puede dejar de admirar su forma de ser.
En
lo personal considero que su vida es un llamativo ejemplo de vida cristiana por
más que ella se resista a reconocerlo o aceptarlo.
No
es la única persona existente con tales características pero, en lo personal, ella
llama mucho mi atención.
Creo
que cada uno de nosotros podemos encontrar, en nuestra vida, esos seres que son
un trozo de luz que ayudan a caminar.
Son seres que han sabido colocar en su justo
lugar a los demás y hacen de la entrega una postura de vida.
Luego
de un destello de trato con seres así uno se descubre deudor y agradecido.
Desde un primer encuentro uno se siente habiendo recibido mucho más de lo
esperado.
Pero,
por sobre todas las cosas uno se sabe un privilegiado puesto que es Dios quien
pone esos seres en algún punto de nuestro camino.
Para
que les dejemos formar parte de nuestro existir y para que siempre, con los
ojos atentos, podamos aprender de ellos.
Toda
la luz que poseen, regalo de Dios, la pone al servicio de los demás y con esa
actitud ayudan y sirven.
Son
seres que, desde su actuar, nos están mostrando trozos del actuar de Dios para
con nosotros.
Son
seres que nos están mostrando que Dios no nos deja liberados a nuestra suerte
sino que siempre nos está acompañando en nuestro andar.
Nos
acompaña desde esos que comparten nuestros pasos o esos que nos iluminan el
camino para que tropecemos cada vez con menor frecuencia.
Dios
siempre nos está obsequiando a seres que nos muestran que es posible vivir con
mayor compromiso y con atenta entrega.
Con
su presencia en nuestras vidas nos cuestionan y animan a intentar ser mejores
personas porque más humanos y cercanos con la realidad de los demás.
Dios,
desde esos seres, nos regala trozos de luz que nos muestra que, muchas veces,
podemos estar más disponibles de lo que estamos.
Dios,
desde esos seres, nos regala trozos de luz que nos motiva a valorar a los demás
y hacer algo más por quienes nos piden una mano.
Estoy
seguro que si le dijese ella es un motivo de admiración para mí, encontraría
muchas palabras para intentar convencerme de que estoy equivocado.
Pero,
mientras tanto, sigo experimentando que seres así son un trozo de luz para el
hoy.
Padre
Martin Ponce de Leon SDB