Dos posturas ante el racismo
P. Fernando Pascual
6-9-2020
Entre las muchas posturas que
existen al afrontar el tema del racismo, hay dos que parecen antitéticas.
La primera postura considera
que el propio grupo (cultural, étnico, sociológico...) estaría seriamente
herido por actitudes racistas, mientras que la mayoría de los otros grupos no
estarían afectados por el racismo.
La segunda postura, al
contrario, considera que el propio grupo estaría limpio de actitudes racistas,
y que el racismo existe sobre todo en los demás grupos.
Salta a la vista que ambas
posturas son erróneas, pues simplifican y distorsionan la realidad. Pero,
aunque parezcan antitéticas, tienen raíces comunes.
¿Cuáles serían esas raíces? La
primera resulta bastante obvia: desconocer la realidad. Los dos grupos suponen
conocer cuáles sean las actitudes que dominan o no dominan en ellos y fuera de
ellos, cuando la realidad es mucho más compleja.
La segunda raíz consiste en un
prejuicio simplificador: clasificar a todos los miembros del propio grupo y de
los demás grupos según un presupuesto que se obtiene a partir de informaciones
parciales, de vídeos o lecturas, de comentarios que se difunden a través de los
medios de comunicación.
Estos dos grupos podrán
superar sus errores y desenfoques con un serio y honesto estudio de la realidad
sobre lo que piensan y sienten las personas que pertenecen a los distintos
grupos analizados.
Ese estudio permitirá ver, por
ejemplo, que hay racismo en grupos que se autodeclaran
víctimas de discriminaciones, cuando en realidad muchos de sus miembros actúan
con desprecio y agresiones gratuitas hacia personas de otros grupos.
Descubrirá también que en
grupos considerados como culpables de racismo existen personas que luchan
seriamente a favor de los derechos de todos, que promueven la convivencia, que
trabajan para superar prejuicios.
Pero no basta con ese estudio,
si antes no se llega a un principio fundamental a la hora de afrontar los
problemas sociales: las responsabilidades (para lo bueno y para lo malo)
existen solo porque cada uno tiene la libertad suficiente para escoger entre lo
bueno y lo malo.
Se trata de un principio que
algunos no comparten, sobre todo en teorías que suponen que los seres humanos
son esclavos y títeres de las neuronas o de mecanismos psicológicos, o que
piensan y actúan desde presiones sociales ante las que no pueden escapar.
Solo un estudio serio de la
realidad, de los modos concretos de comportarse de las personas y los grupos, y
desde una perspectiva antropológica correcta, será posible afrontar temas como
el racismo, y dejar a un lado prejuicios que niegan la existencia de la
libertad humana.
A partir de ese estudio,
podrán buscarse medidas concretas para educar a los individuos y a los grupos
para aprender a respetar y a acoger a cada ser humano, sean cuales sean sus
características personales y sus pertenencias a determinados grupos sociales.