Amor a la naturaleza y
tecnología
P. Fernando Pascual
4-10-2020
Muchas personas tienen una
gran sensibilidad hacia el mundo natural en el que se desarrolla la existencia
humana.
Tal sensibilidad está presente
en reportajes, libros, revistas, páginas de internet, grupos de amigos que
organizan excursiones a lugares poco alterados por la tecnología.
En ocasiones, el amor a la
naturaleza está unido al desprecio hacia la tecnología, como si muchos
progresos difundidos por el hombre fueran un daño grave para animales y plantas
del planeta.
Puede parecer paradójico
constatar cómo el aprecio de la naturaleza se difunde muchas veces precisamente
gracias a la técnica.
Así, un amante de los bosques
tropicales fomenta su cariño hacia la naturaleza con la lectura de libros
elaborados con árboles cortados de esos bosques.
Un entusiasta de pequeños
paraísos climáticos, conservados casi intactos, puede visitarlos tras un viaje
en un avión o en un barco, lo cual supone el uso de máquinas modernas.
Un defensor del regreso a una
vida más sencilla y natural usa canales de internet y dispositivos electrónicos
que están bastante lejos del modelo de vida promovido por esa persona.
La lista de situaciones puede
ser más larga y muestra un aspecto característico de la especie humana: el
llegar a adquirir y promover ciertas ideas con la ayuda de instrumentos
tecnológicos más o menos sofisticados.
Esa tecnología puede ser
criticada, incluso habrá quienes lancen frases incisivas para invitar a no usar
tal o cual aparato y así salvar el planeta o promover estilos de vida más
naturales.
Pero las críticas y las
propuestas de esas personas seguramente no serían difundidas ampliamente si
tales personas (u otras) no accedieran a instrumentos que tienen muy poco de
naturales y mucho de artificiales.
El mundo humano, desde que se
elaboraron las primeras hachas y los primeros textos escritos, ha coexistido y
coexiste también hoy con tecnologías que abren espacio a miles de posibilidades
y que permiten la difusión de nuevas ideas.
Lo importante es reconocer que
la tecnología puede ser orientada hacia daños más o menos serios contra la
naturaleza y contra el mismo ser humano; o que esa misma tecnología puede ser
usada para promover un mundo más justo y más equilibrado, capaz de ayudarnos a
vivir correctamente en el presente y a avanzar hacia el encuentro con Dios tras
la frontera de la muerte.