OCTUBRE, EL MES DEL SANTO ROSARIO
Padre Arnaldo
Bazán
Es innegable que
una de las devociones marianas más extendidas y, al mismo tiempo, más
bendecidas por la Iglesia, es el rezo del Rosario.
No podemos decir,
sin embargo, que sea una de las más antiguas, aun cuando su origen data de hace
unos diez siglos.
La Iglesia recibió
en herencia del pueblo judío la costumbre de recitar los salmos, que junto con
otros himnos propiamente cristianos, han formado, desde el principio, el centro
de la oración comunitaria.
Los salmos se
usaban no sólo en la celebración eucarística, sino también en un servicio de
oración que solía hacerse, primero en las casas y luego en las iglesias, esto
último sobre todo a partir del siglo IV, en la mañana y en la tarde. La
asistencia a estos dos oficios fue ampliamente recomendada a todos los fieles.
SUSTITUTOS
DE LOS SALMOS
Poco a poco estos
oficios formaron parte importante de la vida de los monasterios, haciendo de
los salmos una de las formas de oración preferida de los monjes.
Lamentablemente, al
ir desapareciendo el latín como lengua viva, los fieles se fueron alejando de
los oficios donde se empleaban los salmos, que en las sedes de las diócesis
quedaron relegados a las catedrales, donde los canónigos tomaron la
representación del pueblo.
Los fieles
necesitaban, sin embargo, algo que llenara el vacío
dejado por la dificultad de recitar los salmos en latín, ya que durante mucho
tiempo no hubo traducciones de los mismos a las lenguas usadas por el pueblo.
(Hablamos, desde luego, de lo que ocurrió en la Iglesia de rito latino).
Así fueron apareciendo
distintas iniciativas. Una que fue, ciertamente, la precursora del Rosario,
consistía en sustituir los ciento cincuenta salmos por la misma cantidad de
"padre-nuestros", que se iban recitando en distintos momentos del
día.
Para contar los
"padrenuestros" se utilizaron diversos métodos, como el uso de bolsas
con piedrecitas, o cuerdas con nudos, que fueron las predecesoras del rosario
como instrumento para contar las oraciones.
De la repetición de
los "padre-nuestros" se pasó a intercalar también algunas
"avemarías", que al principio se recitaban sin ninguna especial
división en misterios.
Sin embargo,
algunos entendieron, con razón, que la simple repetición de las oraciones
resultaba algo monótono, que podía hacer caer a los fieles en la rutina, por lo
que comenzaron a agregar algunos pensamientos relacionados con los diversos
momentos de la vida de Jesús.
Esto,
posteriormente, llegó a ser codificado, sin que sepamos a ciencia cierta todos
los pasos que se fueron dando para llegar a la elección de los misterios tal y
como hoy los tenemos.
ORACIÓN
VOCAL Y CONTEMPLACIÓN
El que esta
devoción mariana se hiciera tan popular hay que atribuírselo a la labor de los
padres dominicos, sobre todo después que el P. Alaine
de la Roche, por el 1460, fundara la Confraternidad del Rosario, que atrajo un
gran número de miembros. Esto, indiscutiblemente, dio una
gran impulso a esta particular forma de oración.
Los Papas vieron en
ella una magnífica combinación, pues con la división en misterios, se unían dos
formas importantes de comunicación con Dios: la oración vocal y la
contemplación.
Tanto así que la
simple repetición de las oraciones, sin que las acompañe la meditación en los
misterios, no podría ser considerada, hoy en día, el verdadero rosario aprobado
por la Iglesia.
El papa León XIII
dedicó el mes de Octubre a la Santísima Virgen, haciendo particular énfasis en
el rezo del rosario durante el mismo. Con esto no hizo sino extender una fiesta
establecida por san Pío V en honor a Nuestra Señora, la Virgen del Rosario,
para reconocer la intercesión de María en la victoria obtenida por los
cristianos en Lepanto, en contra de los turcos musulmanes, el año 1571. Esta
fiesta se celebra el 7 de Octubre.
REZAR
CON MARÍA
Más que una
devoción a María, el Rosario fue, desde sus comienzos, una manera de unión con
Dios, sustituyendo los salmos bíblicos por la repetición de los padrenuestros y
avemarías.
Lo que se dice
vocalmente no es más que una ayuda a lo que se medita, de tal forma que la
importancia radica, realmente, más en lo segundo que en lo primero.
Difícilmente
podríamos poner tanto énfasis en esta devoción, como lo han hecho repetidamente
varios Sumos Pontífices, si sólo se tratara de honrar a María.
En realidad lo que
hacemos es dirigirnos con ella al Padre por medio de su Hijo, en unión al
Espíritu Santo. Con ella nos unimos a las tres Divinas Personas de la Santísima
Trinidad, de las que ella es hija, madre y esposa.
No sin razón se ha
llamado al Rosario el "breviario" de los fieles. Así como los
sacerdotes y personas consagradas deben recitar los salmos y otras oraciones en
las distintas horas del Oficio Divino (llamado comúnmente
"breviario"), de igual modo los fieles se unen a María para alabar a
Dios.
Rezar con María
supone tratar de imitar a nuestra madre espiritual en su devoción, su entrega y
su compromiso, así como en su unión con el Señor.
Al meditar los
misterios del Rosario recorremos los pasos más importantes en la vida de Jesús,
poniéndonos en la presencia de Dios, para abandonarnos así a la contemplación
de su amor.
No olvidemos que lo
más importante en la oración no es lo que decimos, sino el modo en que lo
hacemos. Si hay amor no importa repetir una y mil veces lo mismo. Sin amor las
más bellas palabras dejan de tener sentido.
Arnaldo Bazán