Asumir responsabilidades
grandes o pequeñas
P. Fernando Pascual
11-10-2020
Asumir las propias
responsabilidades no resulta fácil. Por ello existen excusas y estrategias más
o menos sofisticadas para eludirlas.
Entre esas estrategias, una
consiste en culpar a otros de los problemas. Si un territorio está contaminado,
por ejemplo, se señala la culpa de las fábricas, o de enteras regiones
geográficas como si sus habitantes fueran la causa de males concretos.
Es cierto que si no se
produjeran tantos plásticos y no hubiera tantos compradores que los usaran,
habría menos contaminación. Pero fijarse solo en los productores sin decir nada
sobre el pésimo sistema de organización de algunos ayuntamientos en la recogida
de basura sería olvidar un punto que tiene su relevancia.
Por eso, en vez de lanzar
acusaciones genéricas contra grupos enteros de la población, contra clases
sociales, contra ciudades o contra pueblos, hay que ir a fondo en los fenómenos
para establecer un cuadro general de responsabilidades.
Ello no implica tratar a todos
por igual: la responsabilidad que tiene un caminante que tira un plástico por
la montaña no es la misma que la de un fabricante que escoge materiales
contaminantes para sus productos.
Hay que recordar, además, que
se dan situaciones y acontecimientos tan sorprendentes e imprevisibles que
resultaría injusto buscar responsabilidades sobre los mismos. Pero incluso ante
ese tipo de situaciones, cada uno puede poner su grano de arena para paliar
daños, para socorrer a necesitados, y para reconstruir lo que haga falta.
Todos tenemos nuestras
responsabilidades, grandes o pequeñas. Reconocerlas y asumirlas con sencillez y
con honestidad ayudará a que el mundo pueda ser un poco más justo, más limpio,
más acogedor, más bello.
Esas responsabilidades, es
bueno recordarlo, también estarán orientadas hacia el horizonte que culmina
todo el devenir humano: hacia el encuentro, tras la muerte, de un Dios que nos
encomendó un día la tarea de cuidar el mundo en el que vivimos, y nos pide
buscar continuamente el bien de cada hermano nuestro.