EL LENGUAJE ME PUEDE
Todos
tienen su argot.
Sin
duda es esperable que un joven, en el proceso de una conversación, utilice más
de una expresión propia de su condición.
Con
frecuencia hemos escuchado a los médicos, cuando así lo desean, utilizar
términos que resultan difíciles de comprender.
Creo
que toda mi capacidad se limita a comprender lo que quiere significar “un
proceso viral”.
Los
mecánicos también suelen utilizar términos relacionados con la medicina.
“Sucede que el alternador se engripó y ello…….”
Y
cuando se les solicita alguna aclaración de los términos utilizados se recibe
una explicación tan extensa que uno se arrepiente de haber preguntado ya que,
luego de la misma, continúa sin entender mucho.
También
los curas tenemos nuestro lenguaje propio.
Con
frecuencia utilizamos palabras que suponemos son comprensibles para todos.
Los
futbolistas utilizan expresiones que dicen de jugadas o de estilos.
“Pinchó
la pelota” “Le pegó con tres dedos”
Es
lógico que quienes están en “el ambiente” comprendan, sin necesidad de
aclaraciones, tales manifestaciones que son comunes y normales para ellos.
Pero,
también, es lógico que no todos tengan el deber de comprender el argot de los
demás.
No
debería suceder así con el idioma español que es el que utilizamos para
relacionarnos verbalmente.
Mientras
escribo esto me viene a la memoria aquella oportunidad en la que retaba a unos
chicos y luego de decirles sobre el que ya había manifestado tal cosa les
pregunté “¿Acaso ustedes no entienden español?”. Uno de ellos, muy serio, me
manifestó que no porque hablaba en “uruguayo”.
Sin
duda que dentro del país hay expresiones muy propias, “localismos”, de las
diversas zonas.
Los
chicos de Colonia para decir que alguien iba muy rápido decían “iba a ochenta y
capota baja”.
En
Salto hay chalanas y pandorgas.
Pero
hay palabras que no tienen localismo.
Hay
términos que son propios del idioma.
Es
difícil suponer que alguien que no entienda una palabra utilizada acuda al
diccionario sino que uno debe suponer que se quedará sin entenderla y, con
ello, todo lo que hace al término utilizado.
¿Qué
es lo que hay que hacer?
¿Continuar
empobreciendo el lenguaje que se utiliza?
¿Utilizar
términos con la ilusión de que sean utilizados?
Uno
supone que para enriquecer el vocabulario es necesario leer. Pero cada vez se
lee menos y se tiene menor comprensión lectora.
La
televisión es “la gran mamadera cultural” y allí (perdón, pero lo entiendo así)
no hay mucha posibilidad de enriquecer el lenguaje.
Hablo
del lenguaje y no de la escritura del mismo ya que ello merece más de un
renglón especial.
El
lenguaje hablado es cada vez más pobre.
¿Qué
quedaría del diccionario si quitásemos todas las palabras que no se utilizan?
Sin
duda sería un librito mucho más sencillo de llevar.
Poco
a poco vamos limitando nuestra forma de decir las cosas a unas muy pocas
palabras muchas de las cuales, en oportunidades, mal utilizamos.
Para
colmo ahora está en auge la utilización de los mensajes de texto, celular
mediante.
Dentro
de poco, de seguir así, nos limitaremos a manifestaciones guturales.
“Má” es “mamá”
“Pá” es “papá”
“Xq” es “¿porqué?”
“Mae” es “maestra”
“F
d art” ¿será “fin del artículo”?
Padre Martin Ponce de León SDB