COLUMPIO
En
reiteradas oportunidades me manifestó lo que le había significado un escrito.
Era
mucha la imaginación que se encontraba
en dicho escrito.
Sin
duda debía responder a algo bien concreto que se experimentaba.
Que
había que saber escribir como para redactar algo así.
Hacía
dichos comentarios y su rostro se cubría del
brillo que emanaba de su sonrisa.
Una
sonrisa brillante y plena de dulce delicadeza.
Una
sonrisa que siempre le acompaña aunque varía su brillo.
Una
sonrisa que crece en su mirada y desborda en sus gestos cálidos.
Una
sonrisa que le acompaña aún cuando sus ojos estén llenos de humedad.
Mientras
conversa uno puede experimentar el estar ante una muy buena persona llena de
optimismo, coraje y determinación.
Sabe
de momentos duros pero, también, sabe del coraje para enfrentarlos con
esperanza y decisión como para no detenerse a bajar los brazos.
Sabe
de momentos gratos y la necesidad de disfrutarlos a grandes tragos.
Su
vida no transita por situaciones extraordinarias sino que está plena de
cotidianidad y entrega solidaria.
En
sus días no posee tiempo para aburrirse ya que los mismos se encuentran
colmados de rostros y situaciones, en oportunidades, desconcertantes.
Es,
sin dudarlo, un referente puesto que con los pies bien sobre la tierra y
abundancia de sentido común.
Cuando
todo se hace silencio y tranquilidad, trepando por entre las nubes, llega hasta
la luna menguante para columpiarse en ella mientras su mente vuela intentando
contar estrellas.
Todos,
de alguna manera, necesitamos animarnos a columpiarnos para permitir que
nuestros sueños crezcan y nuestros deseos se acerquen a la realidad.
Todos
debemos aprender a columpiarnos sin miedos puesto que así aprendemos a
enfrentarnos a las realidades de la vida.
Cuando
nos hamacamos jamás quedamos quietos puesto que ello es una de las cualidades
del columpio. Subimos y bajamos constantemente.
En
nuestra vida jamás nos quedamos en un único lugar. Podrá parecernos que
permanecemos más tiempo pero, lo sabemos, ello no ha de ser transitorio.
Pasaremos
de la risa al llanto, de la oscuridad a la luz, del dar al recibir. Siempre en
un constante columpiarnos.
Podremos
brindar todo nuestro tiempo pero siempre encontraremos ese tiempo en el que
podremos entretenernos en contar estrellas que será un tiempo para nosotros.
Podremos
sentir que la realidad nos exprime con sus exigencias y sus reclamos pero
también habremos de descubrir que nos obsequia tanta enseñanza que jamás
podemos dejar de sonreír.
Yo
le imagino aferrándose a las cadenas del columpio y apoyándose en alguna nube
pasajera para tomar impulso y subiendo siempre un poco más arriba.
La
nube se aleja empujada por aquellos pies que le dan impulso y vuela sonriendo
desmesuradamente de pura dicha y realización. Ya no le es necesaria una nube
para volar bien alto puesto que toda la fuerza que necesita crece en su ser.
Se
hamaca y aprende de la vida.
Se
hamaca y disfruta la ilusión de sus sueños.
Se
hamaca y todo el universo se pone a sus pies.
Se
hamaca y deja que su rostro brille con la luz del sol impactando en su sonrisa.
Lo
más notable de ese columpio es que siempre estará exclusivamente disponible
para quien se anime a utilizarlo.
Lo
más notable es que siempre cuando uno se acerca para treparse en el columpio de
la luna experimenta los años quedan atrás y se vuelven a tener unos pocos años
que hacen que el hamacarse sea una realidad despertadora de esas sonrisas que
ayudan a vivir mejor.
Padre
Martin Ponce de Leon SDB