El inicio y lo imprevisto
P. Fernando Pascual
24-10-2020
Me levanto. Quiero llegar al
trabajo, terminar ciertas tareas.
Empiezo una serie de rutinas.
Cada una tiene su lugar en un proyecto, se orienta hacia una meta.
Vivimos, así, con una sencilla
esperanza humana: lograré alcanzar mis objetivos, será posible llegar al lugar
deseado.
La experiencia, sin embargo,
nos muestra que no todos los objetivos se alcanzan. Lo imprevisto nos obliga a
reajustar la ruta.
La orientación del inicio
choca, así, ante un horizonte de incertezas. Hay mil imprevistos capaces de
cambiar toda la trayectoria prevista al amanecer.
A pesar de las incertidumbres
de la vida, en cada inicio ponemos aquellos medios que, esperamos, sean útiles
para lograr objetivos más o menos concretos.
Dos preguntas, entre otras,
surgen en mi corazón. ¿Tengo buenos objetivos? ¿Hago lo adecuado para
alcanzarlos?
En ocasiones tenemos que
reconocer que nuestras metas no valen la pena, o incluso que pueden ser
dañinas. Basta con observar cómo ciertas adicciones destrozan a quienes buscan
satisfacer deseos enfermizos.
En otras ocasiones, las metas
son valiosas, pero no definitivas. Nos esforzamos por encontrar un buen trabajo,
pero ¿para qué queremos ese trabajo y hacia dónde nos conducirá?
Además de la reflexión sobre
las metas, surgen preguntas sobre los medios. Si mi meta es buena, ¿estoy
poniendo los medios adecuados y buenos que me permitan alcanzarla?
Tomo este día entre mis manos
como un nuevo inicio. Necesito un momento de paz y de oración para escoger
buenas metas y para fortalecerme ante los imprevistos de la vida.
Con la ayuda de Dios, podré
iniciar caminos que me orienten a objetivos en los que brille el amor, y que me
acerquen así a la única meta definitiva: la que se consigue más allá de la
frontera de la muerte.