Dos pesos y dos medidas
P. Fernando Pascual
24-10-2020
Dos pesos y dos medidas: la
frase se explica por sí sola. Muchas veces un mismo hecho es juzgado de manera
diferente según sea quien lo haya cometido, y según el modo de pensar de quien
emite el juicio.
Pero no resulta fácil
comprender por qué, quien juzga de maneras diferentes a quienes han realizado
el mismo acto, no se da cuenta de que puede incurrir en graves contradicciones.
Si, por ejemplo, unas personas
incendian un local de un pequeño empresario, habrá quien alabe el gesto como
legítima protesta contra el sistema, mientras que lo condenaría firmemente si
los agresores fueran “fascistas”.
El hecho, en sí mismo, es un
acto de agresión contra una propiedad privada, con riesgo incluso de daños
físicos a quienes estuvieran presentes en el local. No deja de ser malo porque
lo realicen unos, ni sería mucho más malo porque lo realicen otros.
En muchos corazones humanos
existen prejuicios de tipo intelectual, o afectivo, que explican esta extraña
manera de juzgar los actos ajenos. Esos prejuicios provocan discriminaciones
arbitrarias, incluso pueden desembocar en acciones hostiles contra inocentes.
Para superar las injusticias
que nacen de este tipo de prejuicios, hace falta profundizar en los criterios
que nos ayuden a reconocer que ciertos actos son malos en sí mismos, y que
otros actos son buenos, sean quienes sean los que realicen esos actos.
Solo con esos criterios el ser
humano puede entrar en una perspectiva que deja atrás prejuicios y afectos que
no permiten ver bien las cosas como son. Así será capaz de reconocer que entre
quienes resultan antipáticos existen acciones buenas, y entre quienes son
simpáticos se cometen delitos condenables.
Entonces empezaremos a dejar
atrás la idea de que existan dos pesos y dos medidas, para aplicar el criterio
que ayuda a vivir en las relaciones humanas según un único peso: el de la
justicia que promueve convivencias y paz en las sociedades en las que vivimos.