PARECERÍA
En
oportunidades, el comportamiento de aquella persona, parecería fuese
intencional.
Sé
cómo es su comportamiento pero, igualmente, no deja de sorprenderme y
desacomodarme.
Cuando,
por alguna razón, debo realizar algo que me requiera un poco de concentración
sé debo esperar su ausencia para poder realizarlo.
“Hoy
debo hacer… ojalá cuando llegue haya salido”. Ese día, por cierto, se queda en
casa. “¿Cuándo venga te traigo algo de comida?” ese día, cuando llego, ya se ha
ido y no regresa en toda la tarde.
Cuando
se queda en casa y, por ejemplo, me concentro delante de la computadora para
realizar algo sé que puedo disponer de diez o quince minutos puesto que más
tiempo resulta un imposible.
Son
muchas y muy variadas las maneras que utiliza para reclamarme la atención a su
persona y no a lo que estoy realizando.
Comienza
a pasar reiteradamente delante de la puerta y observa lo que estoy realizando
y, digo yo, comienza a pensar lo que habrá de hacer.
En
oportunidades me va explicando, a su manera, lo que va viendo en la película
que está mirando. Son películas donde, generalmente, actúa el “hermano del
rubio de Peñarol” o la “hermana del técnico de Uruguay”. Son películas donde
alguien mata a “la propia madre” o “al propio hijo”.
En
oportunidades, desde la puerta, conversa con los diversos pájaros que se
encuentran en el patio de la casa a voz en cuello como para que resulte
imposible no escucharle.
En
oportunidades me informa de noticias “que pasaron anoche después que usted se
fue a acostar”. Suelen ser noticias del barrio informadas en algún canal
internacional. “Ayer pasaron que un camión descargó bolsas de papas en lo de
Leticia (comercio del barrio) y se equivocó porque esas papas las tenía que
bajar en Dolores”
Hace
unos días me había tirado en la cama a descansar una siesta cuando siento que
me llama para preguntarme si iba a necesitar agua caliente para tomar mate.
Lo
que puede parecer propio de un niño chico sorprende en una persona de más de
cincuenta años.
Es,
entonces, que viene a mi mente la realidad de muchas personas que, parecería,
tienen necesidad de reclamar la atención.
Son,
en oportunidades, reclamos de cosas que no logra encontrar pero, también, que
no ha buscado.
Son,
en ocasiones, malestares de salud que irrumpen repentinamente y que, luego,
desaparecen inmediatamente.
Esos
reclamos de atención que uno comprende en un niño que
llega hasta donde está su madre y se pone a llorar porque se golpeó en otro
lugar distante. Pero hay seres que necesitan llamar la atención y hace mucho
tiempo dejaron de ser niños.
Muchas
veces tal comportamiento no es otra cosa que la manifestación de una
inseguridad con respecto a la otra persona. Tiene miedo de ser olvidado o
descuidado por lo que la otra persona está realizando.
Muchas
veces tal comportamiento no es otra cosa que la necesidad que se posee de ser
el único centro de atención para la otra persona.
Parecería
que existen personas que necesitan ser centro de la atención de otros y
realizan cualquier empeño con tal de lograr eso sea así.
Es
una conducta infantil y refleja un infantilismo en quien obra de esa manera por
más que lo haga con toda naturalidad y la edad que posea.
Desgraciadamente
hay seres que son necesitados de atención y realizan cualquier cosa con tal de
lograrlo. Son seres que toda su vida han cargado con su soledad y, cuando
encuentran a alguien que les brinda un algo de atención parecería experimentan
la necesidad de acapararles.
Padre
Martin Ponce de Leon SDB