VASO
A LA MITAD
Sin
lugar a dudas este año 2020 ha sido un año muy especial.
Lo
que comenzó como una realidad que suponíamos era por un muy breve tiempo hoy la
miramos y nos preguntamos si no ha venido para quedarse.
Lenta
y resignadamente nos vamos acostumbrando a esta “nueva normalidad” donde muchas
situaciones se han modificado.
A
lo largo de este año en muchas circunstancias hemos mirado el vaso de la
realidad para preguntarnos: “¿Medio lleno o medio vacío?”
Hemos
ido aprendiendo que todo depende de cómo se le mire.
¿Aislamiento
o responsabilidad? ¿Miedo o cuidados responsables?
Esta
eucaristía no escapa a esta realidad.
Como
todos los años, el dos de noviembre es una invitación a una mirada distinta de
una realidad en la que estamos inmersos.
Hoy
volvemos a pasar por el corazón muchos momentos, situaciones y diversas
realidades sencillas que nos recuerdan al ser querido que, físicamente, a
partido definitivamente.
Es
recordar y asumir que ese ser querido al que recordamos ha sido un regalo de
Dios para nuestras vidas.
Para
que disfrutemos, en esta “nueva normalidad”, su presencia junto a nosotros de
una forma nueva y distinta.
Dios
jamás nos arrebata lo que un día nos regaló sino que continúa formando parte de
nuestra vida aunque nos cueste asumir esta nueva manera de ser presencia.
Dios
nos regaló la capacidad de recordar para que vayamos aprendiendo que a
descubrir a nuestros seres queridos fallecidos desde su nueva manera de ser
presencia.
Esta
misa es una invitación a agradecer esas presencias junto a nosotros y agradecer
a Dios porque nos los ha querido regalar para que nos ayudasen a ser parte de
lo que hoy somos.
Es
una eucaristía donde no hay mucho lugar para las palabras sino que debe tener
mucho espacio para el silencio agradecido que permite nuestros recuerdos nos
invadan por ello permítanme concluir con un poema que dice de lo que hoy
debemos celebrar.
“Puedes
llorar porque se ha ido, o puedes sonreír porque ha vivido.
Puedes
cerrar los ojos y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha
dejado;
tu
corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver, o puede estar lleno del amor
que compartisteis.
Puedes
llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío y dar la espalda, o puedes hacer lo
que a ella o a él le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar
y seguir.”
Padre
Martin Ponce de Leon SDB