¿EVANGELIZACIÓN
O PROSELITISMO?
Padre Arnaldo Bazán
En las últimas décadas se puso de
moda la palabra "evangelización", sobre todo después de la aparición
de la Carta Apostólica "Evangelii Nuntiandi" de Pablo VI, firmada el 12 de agosto de
1975, donde el papa hace el resumen del Sínodo de los Obispos destinado a
estudiar este tema. El anuncio del Evangelio, por directo mandato de Jesús, es
la misión primordial de sus discípulos. Esto supone una actitud, un compromiso
y una decisión.
"Evangelio", como tantas
veces se ha dicho, significa "Buena Noticia". En realidad se refiere
a la mejor de todas, que es la salvación que Jesús nos ha dado por voluntad
expresa del Padre y la acción del Espíritu Santo.
Cuando hablamos, pues, de
"evangelizar" nos estamos refiriendo, concretamente, al anuncio que
debemos transmitir, con nuestros labios y con nuestro ejemplo, con nuestra
acción apostólica y con nuestra vida.
RESPETO
A LO QUE PIENSAN LOS OTROS
La evangelización tiene que tener
muy en cuenta el método seguido por el propio Jesús. El nunca impuso nada.
Simplemente predicaba y dejaba que cada uno sacase sus propias conclusiones y
tomase sus propias decisiones.
Cuando san Pablo visitó Atenas se
dio cuenta de que había en esa ciudad una gran cantidad de templos e imágenes
religiosas, lo que daba a entender que aquella gente tenía una inquietud muy
seria con respecto a la divinidad y a lo sobrenatural, aunque estuvieran
contaminados por el materialismo pagano.
Por eso el apóstol comienza a
hablarles alabando ese espíritu religioso que ha levantado una estatua
inclusive "al dios desconocido".
De ello se aprovecha Pablo para
predicarles acerca del verdadero y único Dios que hizo el cielo y la tierra
(Ver Hechos 17,16-34).
Aunque no fue grande el éxito
apostólico, sin embargo este ejemplo nos enseña que la evangelización no se hace
con amenazas ni con trucos, sino exponiendo la verdad y dejando que cada uno
abra su corazón generosamente al mensaje del Señor.
DE
PALABRA Y DE OBRA
El anuncio de la Buena Noticia hay
que hacerlo de palabra y de obra. Lo primero porque, como dice san Pablo:
"¿Cómo van a invocarlo sin creer en El?, y ¿cómo van a creer sin oír
hablar de El?, y ¿cómo van a oír sin uno que lo
anuncie?, y ¿cómo lo van a anunciar sin ser enviados?" (Romanos 10,14-15).
Tenemos, pues, que hablar de Dios,
pero no con impertinencia, aunque Pablo dirá a Timoteo: "Proclama el
mensaje, insiste a tiempo y a destiempo, usando la prueba, el reproche y la
exhortación, con la mayor comprensión y competencia" (2ª Timoteo 3,2).
Lo que Pablo quiere decir es que
agotemos todos los recursos a nuestro alcance para dar a conocer el mensaje,
pero siempre con caridad, aprovechando las oportunidades que se presenten pero
sin intimidar a los oyentes con amenazas ni expresarles nuestra condenación por
los errores que pudieran creer.
Una de las críticas que se hacen
con frecuencia a los misioneros de otros tiempos - sin que por ello se
desconozcan sus enormes méritos y su magnífica labor evangelizadora -, es que
fueron demasiado rápido, atacando las supersticiones y creencias de los
indígenas, sin que se lograra siempre una total conversión, dando por resultado
que muchos valores culturales fueron destruidos y se diera el bautismo a muchos
que no estaban realmente preparados para recibirlo.
El uso de la presión física o
sicológica puede dar aparentes resultados pero, a la larga, se descubre que
tales métodos sólo sirven para que la gente obre hipócritamente, ocultando sus
verdaderos sentimientos.
EL
PROSELITISMO ES UNA FALSA EVANGELIZACIÓN
Aunque la palabra proselitismo no
necesariamente hay que entenderla en un sentido negativo, existe una clase de
proselitismo muy usado que sí lo tiene, y que por lo mismo ha creado muchos
problemas a la auténtica labor evangelizadora.
Cuando vamos a predicar con
amenazas, o con trucos, o con ofrecimientos materiales, hacemos proselitismo.
Cuando llegamos a una casa a "exigir" de la gente que nos oiga, y nos
mostramos altaneros afirmando que si no piensan como nosotros ya están
condenados, hacemos proselitismo.
Evangelizar es proclamar, es
transmitir un mensaje de amor y salvación. Por lo mismo se realiza con respeto,
con afecto y con comprensión, tratando de que la gente se entere de que tenemos
un Dios que nos ama como un Padre y quiere nuestro bien para siempre.
EVANGELIZACIÓN
ES TESTIMONIO
Fue el propio Jesús quien dijo:
"No se enciende una vela para meterla debajo de la olla, sino para ponerla
en el candelero y que brille para todos los de la casa. Empiece así a brillar
la luz de ustedes ante los hombres; que vean el bien que hacen ustedes y
glorifiquen a su Padre del cielo" (Mateo 5,15-16).
El nos
ha mandado a ser los testigos de la salvación que El
consiguió para nosotros. Si hablamos mucho de Dios pero obramos en contrario,
poco es lo que vamos a lograr en nuestro empeño de convencer a otros.
No basta, ciertamente, el buen
ejemplo, pues como ya hemos visto que decía san Pablo, también tenemos que
hablar de la Buena Noticia. Sin embargo, nadie puede negar que el buen ejemplo
puede valer mucho más que cientos de sermones. Y que si unimos la palabra a
nuestro testimonio estaremos creando las condiciones para una efectiva
evangelización que ayude a otros a conocer las maravillas de Dios.
ALGO MÁS SOBRE PROSELITISMO
Quisiera agregar algunos otros
ejemplos de mal proselitismo, pues no es raro que usemos todavía estas prácticas
o se las veamos usar a otros. Hay un grupo de hambrientos que viene en busca de
pan. Les abrimos nuestras puertas, sí, pues somos cristianos, y los
alimentamos, pero aprovechamos la ocasión para darles una clase de catecismo.
Podríamos pensar que así les
estamos matando las dos hambres, la del alma y la del cuerpo. Creo, sin
embargo, que habría que separar las dos cosas.
La verdadera evangelización se hace
con el hecho mismo de compartir nuestro amor con los necesitados, sin que
tengamos que añadir algo más. Se trata de un sermón sin palabras que suele ser
mucho más efectivo que los otros.
Podríamos replicar que hemos visto
a miles de hambrientos venir una y otra vez sin que hayamos conseguido nada de
ellos. Bueno, ¿y qué? ¿Acaso no estamos cumpliendo un consejo evangélico? ¿No
dice Jesús que con nuestras buenas obras vamos a ser "la luz del
mundo"? Eso basta y sobra.
No se nos ha mandado a recoger
fruto sino a esparcir la semilla, y la que siembran los que dan de comer a los
hambrientos es de la buenas de verdad, que caída en tierra preparada tiene que
producir abundante fruto. Pero recogerlo dejémoselo a Dios.
Un tipo de proselitismo se da
también cuando un padre obliga a su hijo a ir a Misa bajo pena de castigo. Esto
nunca ha dado resultado. y eso quería agregar también.
La Historia nos enseña que cada vez que se ha tratado de llevar una idea a la
mente de la gente por medios poco honestos, como sería el "proselitismo
barato" del que estamos hablando, resulta todo lo contrario, ya que la
gente se resiste a aceptar lo que le quieren imponer por la fuerza o con
"truco".
Jesús es el mejor evangelizador que
haya podido existir, y jamás presionó a nadie para que creyera, sino que
insiste en que cada uno tiene que abrir su corazón a Dios y a la salvación con
entera libertad.
¿POR QUÉ EVANGELIZAR?
El temor a caer en un proselitismo
deshonesto, sin embargo, no nos debe impedir cumplir nuestra misión.
Una tentación que podemos tener es
pensar que no hace falta evangelizar, sino que hemos de respetar lo que piense
cada quien, y limitarnos a instruir y catequizar a aquellos que vengan a
nosotros por decisión personal.
Si se hubiese actuado así desde el
principio, podemos estar seguros de que nada hubiera cambiado, y el mensaje de
Cristo se hubiera quedado oculto para la humanidad. Sin embargo, Jesús es
categórico al "enviar" a sus discípulos a "anunciar" la
Buena Noticia. Y esto va dirigido no a unos pocos dirigentes de la Iglesia,
sino a todos sus miembros. La evangelización es una obligación de todo
cristiano.
El problema es cómo se hace.
Muchos no tienen ni una idea de lo
que hay que hacer, por lo que no hacen absolutamente nada. Otros se pasan de la
raya y quisieran atraer a la gente casi halándola por los pelos.
Lo primero, según mi opinión, es el
ejemplo que damos como cristianos. Porque todas las palabras y los sermones
andan sobrando si la gente no ve en nosotros un testimonio de aquello que
creemos. Ese es el método de Jesús, que nos dice: "Ustedes son la luz del
mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un cerro: ni se
enciende una vela para meterla debajo de la olla, sino para ponerla en el
candelero y que brilla para todos lo de la casa. Empiece así a brillar la luz
de ustedes ante los hombres: que vean el bien que hacen ustedes y glorifiquen a
su Padre del cielo" (Mateo 5,14-16).
Es Jesús quien nos está diciendo
que hablemos con las obras que hacemos. Claro que eso no basta. Es necesario
estar envueltos en un esfuerzo colectivo de evangelización.
PARROQUIAS
MISIONERAS
La parroquia es uno de los grandes
inventos dentro de la Iglesia. Pero en el sentido de comunidad viva y actuante.
Pienso que cuando existe una comunidad
así, sus miembros, necesariamente, se vuelven misioneros, es decir, dispuestos
a cumplir "la misión" recibida de Jesús de "anunciar" la
Buena Noticia.
Desgraciadamente no todas las
parroquias funcionan como comunidad. En muchas hay una especie de moho o
corrosivo que las hace incapaces de despertar interés y entusiasmo. No son
atractivas.
Cuando hay una comunidad donde
sacerdotes y laicos están comprometidos en la tarea de hacer conocer el mensaje
de Cristo, podemos estar seguros que esa parroquia se encuentra en constante
crecimiento, pues atrae nuevos miembros que, a su vez, se unen a la tarea común
de evangelización.
Para eso hay que "salir".
Hay mucha gente que está esperando por nosotros. Una forma es visitar los
hogares de la comunidad. En las grandes ciudades, donde la gente se muda con
cierta frecuencia, a medida que van subiendo en la escala social, hay muchos
que ni siquiera saben dónde se encuentra la iglesia más cercana.
Visitando los hogares les llevamos
un mensaje de cariño y de invitación. No vamos con ánimo de convencer ni de
adoctrinar, sino de compartir.
Es posible que sólo unos pocos
acepten la invitación. No importa, pues esos pocos pueden convertirse en muchos
si cuando van a nuestra comunidad se sienten acogidos y con ganas de volver.
Dios nos llama a la evangelización.
Cada uno tiene que hacer su parte. Preguntémonos: ¿la estoy haciendo yo?
Arnaldo Bazán