La ética y lo contingente
P. Fernando Pascual
8-11-2020
Si admitimos que los seres
humanos tienen una responsabilidad ética, reconocemos al mismo tiempo que está
en nuestras manos alterar el rumbo de los acontecimientos.
Lo anterior parece algo obvio,
pero implica una serie de presupuestos que, a lo largo de los siglos, han sido
aceptados o rechazados, reconocidos o ignorados.
Nos fijamos en un presupuesto:
existe responsabilidad ética allí donde el mundo es visto como algo contingente
y cambiante desde las decisiones libres de los seres humanos.
Ese presupuesto no es
reconocido cuando se piensa que todo está determinado por leyes físicas
inalterables, como en algunas teorías filosóficas del pasado o del presente.
Tampoco es reconocido en
algunas visiones religiosas según las cuales las acciones humanas estarían
dirigidas por un Dios (o por varios dioses) que controlarían completamente
nuestras decisiones y todo lo que ocurre en el mundo.
Hay otras teorías que no
admiten la posibilidad de cambiar el curso de los hechos desde acciones libres.
Por ejemplo, ciertas visiones psicológicas que suponen que estamos determinados
por fuerzas internas o por neuronas que deciden todo. O también, ciertas
teorías sociológicas en las que se admite que las sociedades imponen lo que
luego cada uno hará o dejará de hacer.
En realidad, muchos hombres
consideramos que nuestras acciones abren horizontes nuevos en la trayectoria de
los acontecimientos. Esas acciones surgen desde voluntades libres, y así son
imputables a la responsabilidad de cada uno.
La visión ética según la cual
somos responsables de lo que hacemos supone que existe en nosotros libertad, y
que además podemos tomar decisiones contingentes, que podrían ir hacia un lado
o hacia otro, hacia lo bueno o hacia lo malo.
Fuera de esa perspectiva, las
decisiones humanas no podrían ser responsables, ni las personas tendrían
capacidad de escoger entre lo bueno y lo malo. En otras palabras: donde hay
determinismo, no hay contingencia; y donde no hay contingencia, no puede haber
decisiones auténticamente éticas.
Cada uno de nosotros, a lo
largo del día, decidimos sobre un sinfín de posibilidades. Cada opción abre una
trayectoria nueva en el desarrollo de la historia humana, en lo pequeño
(familia, puesto de trabajo, grupo de amigos) y en lo grande (el progreso o la
ruina de toda una nación).
Esperamos que esa trayectoria,
inicialmente contingente e indeterminada, se aparte del mal (un mal, por
desgracia, muy presente en nuestro mundo), y permita avanzar poco a poco hacia
un bien que no solo nos perfecciona como seres humanos, sino que también
permite que las sociedades y el mismo planeta tierra sean un poco mejores y más
abiertos al verdadero amor.