LA BRECHA
Padre
Arnaldo Bazán
A pesar de lo mucho que se ha
hablado de ella, son innumerables los padres que todavía no se han enterado de
la existencia de la "brecha".
Esta es algo así como una zanja de
separación o un muro de incomunicación que impide a padres e hijos comprenderse
y entenderse.
Esto hace que, entre ellos, pese al
cariño existente, se haga imposible una mutua convivencia en un clima de afecto
y calurosa acogida.
A mi modo de ver, el problema
estriba en que son muchos los adultos que no aceptan el hecho de que los hijos
crecen y necesitan ser tratados "de otro modo".
En este asunto, por supuesto, no
existen culpables, pues no se trata de mala voluntad. Pero el mal existe y está
haciendo un daño enorme a las relaciones hogareñas.
Un hijo no es, como algunos creen,
una masa de arcilla o cera, que los padres moldean a su antojo.
Esta grave equivocación trae como
resultado que la actitud de los padres se traduzca en represión y violencia.
"-Mi hijo tiene que hacer lo
que yo le diga, porque si no le parto la cara".
Un lenguaje asi
no es, precisamente, lo mas
conveniente cuando se busca orientar a los hijos en forma adecuada.
Los castigos corporales, con las
debidas restricciones, tienen su lugar en la infancia. Pero el progenitor que
quiera aplicarlos a un adolescente o un joven, esta
cogiendo un camino equivocado.
La educación no es asunto de gritos
y golpes, sino de comunicación y persuasión. Lo primero, por supuesto, es mucho
más fácil. Dar órdenes solamente, sin explicar sus razones, es confundir el
hogar con un cuartel.
Hay padres que explotan en un
instante y llenan la casa de palabrotas ofensivas cargadas de amenazas. Eso
aterroriza, quizás, pero no convence.
Son muchos los hijos que respetan a
los padres por temor que no por amor. Harán las cosas de mala gana, pero
aprovecharán la menor oportunidad para desobedecer y salirse con la suya. No
están convencidos.
Hay que admitir que no es fácil
convencer a un adolescente. Es esta una edad en que uno se cree más sabio que
nadie y la rebeldía está en su apogeo.
Se trata, sin embargo, de una
reacción normal y necesaria, para que el sujeto pueda alcanzar la independencia
y llegar a ser lo que el mismo se proponga.
Los padres, como personas adultas,
deberían saber esto, para asi encauzar las cosas
correctamente, evitando con ello provocaciones innecesarias.
Algo que un adolescente rechaza
categóricamente es que sus padres tengan que tener siempre la razón. Por lo
mismo exigen explicaciones cada vez que se les conmina a actuar en una forma
determinada y que ellos no comprenden.
Creo que los padres olvidan, con
demasiada frecuencia, que los hijos, no por ser menores de edad dejan de tener
derechos que deben ser respetados.
Hay, además, un miedo atroz a que
los hijos se equivoquen o puedan cometer algún disparate. Algunos hasta piensan
que eso sería la destrucción de su obra educadora.
Esto no es cierto. Los errores, en
realidad, han sido siempre parte de todo aprendizaje y de las equivocaciones se
pueden sacar muchas lecciones positivas.
No olvidemos que "nadie
escarmienta en cabeza ajena" y que los hijos tienen, por sí mismos, que
sacar de los errores sus propias conclusiones.
Los adultos, aunque nos cueste
reconocerlo, nos equivocamos frecuentemente. ¿Cómo no aceptar que lo hagan, con
mayor razón, adolescentes y jóvenes?
¿Con que derecho exigimos
perfección si no somos ni podemos ser perfectos en este mundo, por más que
queramos?
Es necesario, si los padres quieren
reducir la brecha y tender un puente de comunicación, ofrecer desde temprano a
sus hijos la oportunidad de dialogar: escuchar y ser escuchados para comprender
y ser comprendidos.
Una relación padres-hijos no puede
basarse en prejuicios ni caprichos, sino en un sincero amor que acepta al otro
como es.
El hogar no puede ser dictadura ni
cuartel, sino lugar de encuentro y vehículo de aprendizaje, con el ejemplo, la
reflexión y la comunicación.
Quiero recordar estos consejos de
san Pablo:
"Ustedes, padres, no hagan de
sus hijos unos rebeldes, sino edúquenlos usando las correcciones y advertencias
que puede inspirar el Señor" (Efesios 6,4).
"Hijos, obedezcan a sus padres
en todo, porque eso agrada al Señor. Padres, no sean demasiado exigentes con
sus hijos, no sea que se desanimen" (Colosenses 3,20-21).
Arnaldo Bazán