Certezas y verdades
P. Fernando Pascual
15-11-2020
Tener certezas es algo normal
en la existencia humana. Pero no siempre lo que consideramos como certeza es
verdadero.
Así, por ejemplo, en el siglo
XIX Auguste Comte tenía la certeza (estaba convencido) de que para la ciencia
resultaba imposible conocer la composición química del Sol.
Pasaron los años, y hoy
algunos consideran que sí resulta posible conocer qué átomos están presentes en
la estrella más cercana a nuestro planeta.
De modo semejante, lo que hoy
los científicos afirman como algo cierto y seguro, mañana puede desvelarse como
falso, si se conquistan nuevas informaciones que sean consideradas como
verdaderas.
También en la vida cotidiana
tenemos certezas. Unas más seguras, por ejemplo, que hoy brilla el sol. Otras
más inseguras, como suponer que el agua de este arroyo sería venenosa, cuando
puede ser potable.
Lo que ocurre es que algunas
certezas que pensamos como verdaderas, pueden guiar nuestras vidas hacia graves
errores, incluso a daños para nosotros mismos o para otros.
Por eso hay que aprender a
analizar las certezas que llevamos en nuestra mente y en nuestro corazón, y
reconocer que algunas tienen muy poco fundamento, que otras merecen ser puestas
en discusión, y que incluso lo que parece más evidente no siempre tiene
garantías de ser una verdad absoluta.
Esto no significa caer en un
escepticismo corrosivo, que cerraría las puertas a la búsqueda de verdades y
que llevaría a una inseguridad que imposibilitaría desarrollar una vida más o
menos normal.
De hecho, nadie llega al
escepticismo absoluto, porque cada uno tiene sus pequeñas certezas (sobre sí
mismo o sobre otros) con las que baja escaleras, mastica unas galletas
compradas en el supermercado, y responde por teléfono a una voz de alguien más
o menos conocido.
Si se evita el escepticismo en
sus formas dañinas, una sana desconfianza en ciertas certezas nos ayuda a
prevenir errores, nos abre a seguir en camino hacia nuevas verdades, y nos hace
más disponibles al diálogo cuando encontramos a otros con certezas diferentes
de las nuestras.
En esas situaciones de
certezas diferentes, si existe un sano espíritu de escucha y una adecuada
relativización de lo que es en sí relativo, el diálogo permitirá distinguir
entre lo seguro y lo inseguro, y facilitará un camino compartido hacia verdades
que generan certezas sanas y bien fundamentadas.