COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
QUINTO: 14
Padre Arnaldo
Bazán
“Ponte
enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea
que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la
cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último
céntimo" (5,25-26).
Lo que nos quiere enseñar Jesús con
esta especie de parábola, es que no podemos tener adversarios, sino todo lo
contrario.
Cuando hayas ofendido al prójimo, o
hayamos hecho algo incorrecto que pueda merecer una reacción negativa de parte
de otros, hemos de procurar llegar a un entendimiento, es decir, a una
reconciliación.
No siempre, en la práctica, esto
resulta fácil, ya que a veces el prójimo ofendido no quiere perdonar ni
reconciliarse. En ese caso hemos de dejarlo para una ocasión mejor, hasta que
exista una mejor disposición en el mismo.
Esto vale también para nuestros
pecados en general. No podemos dejar para más tarde nuestra reconciliación con
Dios. Enseguida que reconocemos que hemos pecado, debemos pedir perdón y así
disponernos a acudir al sacramento de la Reconciliación lo antes posible.
Hay quienes tienen lejos una
iglesia a donde ir, ya que viven en sitios donde no hay ninguna. En ese caso
deben hacer el propósito de confesarse cuando puedan, pero deben, al menos,
expresar su arrepentimiento al Señor y así lograr el perdón. De suyo casi
siempre el perdón de Dios llega primero que la absolución sacramental, si de
verdad estamos arrepentidos y dispuestos a la confesión.
La absolución es un requerimiento
necesario para ser perdonados. si demostramos estar en
disposición de recibirla. Cuando esto se hace imposible, por la razón que sea,
no podemos pensar que Dios nos niega su perdón, ya que estamos cumpliendo con
los requisitos necesarios para ello.
Otra cosa es que uno tenga la
mentalidad de quienes se niegan a la confesión sacramental, alegando que ellos
se confiesan directamente con Dios, pues estarían determinando, por su propia
conveniencia, las condiciones para ser perdonados. Sólo Dios puede ponernos
condiciones.
Los pecados graves sólo pueden ser
perdonados en esta vida. Con todo, sabemos que la mayor parte de los humanos
llega al final con muchos resabios de imperfecciones y pecados, que aunque
perdonados, requieren de una purificación posterior. Esto se realiza en ese
estado que llamamos “purgatorio”, que sería una última preparación para nuestra
entrada en la casa del Padre.