COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
QUINTO: 16
Padre Arnaldo
Bazán
“Si,
pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te
conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea
arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es
ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda
uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna”
(5,29-30).
Si tomásemos al pie de la letra
estos dos versículos, de seguro que el mundo estaría lleno de personas a las
que les falta uno o más miembros, ya que con todos podemos pecar.
Jesús nos pone un ejemplo “a la
tremenda”, para que pensemos en lo importante que tiene que ser para nosotros
la salvación eterna, que bien valdría la pena que perdiéramos alguno de los
miembros del cuerpo antes que perder aquella.
Los médicos tienen que tomar muchas
veces decisiones que bien se podrían llamar similares. La salud de todo el
cuerpo está por encima de la de un miembro en particular. De modo que, cuando
una parte no vital del cuerpo se enferma, poniendo en peligro la vida de la
persona, se elimina el miembro enfermo para que la persona recobre la salud.
A veces la forma de hablar de
Jesús, al ser traducida a nuestros idiomas modernos, adquiere un significado
que no fue exactamente lo que el Maestro intentó decir.
No podemos pensar que Jesús afirme
que debemos, literalmente, cortar un miembro o sacarnos un ojo. Pero lo que sí
afirma es que deberíamos preferir algo así, antes que poner en serio peligro
nuestra eterna salvación por un bien totalmente inferior, como sería una
aparente ganancia temporal en esta vida, sea en placeres, poder, dinero o lo
que fuese.
Por el contrario, debemos usar
nuestro cuerpo en una forma racional, en acorde con la intención de nuestro
Creador.
Los abusos del cuerpo van en
detrimento de nuestro verdadero bien o el de los demás. Cuando no tenemos control
de lo que hacemos, porque hemos permitido que nuestra voluntad se pervierta,
dejándonos llevar por las tendencias bajas de nuestro cuerpo, nos convertimos
en esclavos de nuestras pasiones, y ya no somos los verdaderos dueños del
mismo.
El Maligno usa de esas tendencias
para socavar nuestra voluntad y así dominarnos. Sigamos, pues, el consejo de
san Pedro: Sean sobrios y velen. Su adversario, el Diablo, ronda como león
rugiente, buscando a quién devorar (2ª Pedro 5,8).
Arnaldo Bazán