COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO QUINTO: 1

Padre Arnaldo Bazán

"Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseńaba diciendo: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”(5,1-3).

Así comienza Mateo lo que se ha dado en llamar el Sermón de la Montańa. Hoy los expertos consideran que el evangelista reunió en un solo lugar muchas de las enseńanzas que Jesús dio a sus discípulos en diversos tiempos y sitios.

Y el sermón comienza con las Bienaventuranzas, consideradas el Nuevo Camino que Jesús nos propone para, como Pueblo de la Nueva Alianza, perfeccionar, no eliminar, los Mandamientos dados por Dios al Pueblo de la Antigua Alianza, los israelitas.

La primera de ellas se refiere a la pobreza en el espíritu. Esta nada tiene que ver con lo mucho o poco que uno posea, sino con la actitud que uno tenga frente a todas las cosas. Sería, pues, el despego hacia todo lo material, lo que significa que nuestra confianza está puesta sólo en el Seńor y no en las riquezas de este mundo.

Jesús mismo advierte que es más difícil a un rico ser al mismo tiempo pobre de espíritu (ver Lucas 18,24), lo que no significa que sea imposible.

Puede que también un pobre, que nada posee, no califique para ser llamado como tal, pues su corazón anhela las riquezas, de modo que su deseo sería ser rico.

Nada hay de malo en que uno aspire a ser rico, pero sabemos que, como dice Jesús, “donde está tu tesoro allí está tu corazón (Mateo 6,21).

Por tanto, si el corazón está apegado a una riqueza que no se posee, se está tan alejado del espíritu de pobreza, como un rico que toda su esperanza la tiene puesta en la que sí posee.

El asunto es buscar primero el Reino de Dios. Las riquezas, para quien las posee, deben ser un medio para ayudar a otros, consciente de que ellas son algo pasajero con las que no se compra la eterna salvación.

Más bien Jesús nos invita a que acumulemos riquezas allí donde no las podemos perder (ver Mateo 6,20).

Si no hay muchos ricos que estén despegados de sus riquezas, podemos estar seguros de que hay muchos pobres que quisieran ser ricos. Lo que significa que la pobreza de espíritu es un valor y un ideal que pocos aprecian.

Pero la verdadera riqueza es aquella que nos aguarda en la Casa de nuestro Padre Dios.

Arnaldo Bazán